
A medida que los niños crecen, afecciones como la miopía, el astigmatismo o la hipermetropía, incluso en grados leves, pueden pasar desapercibidas. Sin embargo, se manifiestan en el aula y en casa con señales claras: el niño se acerca demasiado al pizarrón, a cuadernos o libros; choca con objetos, se pega al televisor o a dispositivos móviles, se frota los ojos con frecuencia, e incluso muestra bajo rendimiento escolar sin otra causa aparente.
Gabriel Guevara, especialista en oftalmología pediátrica del Grupo Médico Santa Paula (GMSP), subraya un mensaje vital: “Un niño no sabe si ve bien o mal. Solo el oftalmólogo pediatra puede determinarlo”. Por ello, hace un llamado a padres y educadores para estar atentos a cualquier indicio.
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Otras señales críticas incluyen la inclinación de la cabeza o la presencia de ojos desviados (estrabismo). Una urgencia médica es la leucocoria, cuando la pupila del niño aparece blanca en fotografías con flash. Esta condición puede indicar desde cataratas hasta retinoblastoma, un tipo de cáncer ocular infantil, y requiere atención médica inmediata.
Recomiendan una evaluación oftalmológica

Guevara advierte que los síntomas visuales pueden confundirse fácilmente con trastornos de aprendizaje o conducta, como la falta de atención o la intranquilidad. Por eso, solo una evaluación oftalmológica especializada puede determinar si la dificultad tiene una raíz visual y el niño necesita lentes correctivos.
El especialista señala que elen cuidado visual debe comenzar desde el nacimiento, especialmente en bebés prematuros. El primer examen busca detectar alteraciones graves como la retinopatía de la prematuridad, un problema en la retina que compromete seriamente la visión futura.
En la consulta, se realiza un chequeo visual completo que incluye: observación de la postura y alineación ocular, medición de la agudeza visual y motilidad ocular, y examen del fondo de ojo con dilatación pupilar para descartar patologías retinianas. En niños que aún no leen (preverbales), se utilizan técnicas avanzadas como la esquiascopia para medir la corrección óptica necesaria.
“Todos los niños tienden a ser hipermétropes de forma natural al nacer, debido al tamaño de sus ojos”, comenta el Dr. Guevara. Los lentes se indican solo cuando la hipermetropía, miopía o astigmatismo supera los valores establecidos y afecta su visión funcional. En cuanto al seguimiento, si no hay alteraciones, se recomienda una visita anual. Si se detectan problemas, los controles deben ser más frecuentes (cada tres o seis meses).
También afecta la autoestima
La detección tardía de afecciones como el estrabismo, las cataratas congénitas o el glaucoma infantil tiene consecuencias graves. El niño puede desarrollar ambliopía (“ojo vago”), una visión incompleta que puede volverse irreversible, o incluso llegar a tener ceguera definitiva por daño al nervio óptico.
Además, la salud visual afecta directamente en la autoestima y el desarrollo social. Como afirma el Dr. Guevara: “si un niño no está viendo bien, no va a disfrutar de la vida como realmente merece”, puede sentirse cohibido, inseguro y evitar la interacción con sus compañeros.