
Una palabra mágica viene a nuestro encuentro, es la reminiscencia en compañía de una frase que acarició nuestros sueños de niñez: Érase una vez, frase con que nuestros padres iniciaban sus relatos o cuentos cautivantes.
Érase una vez….cuando la historia familiar se conservaba en álbumes de fotos o recortes de diarios, y hoy estos recuerdos van encriptados y protegidos en los teléfonos inteligentes con sus cámaras de alta calidad, micrófonos y una gran variedad de programas de edición que están al alcance de todos para crear y perpetuar historias orales de las familias.
Bruce Feller en su obra “Los secretos de las familias”, afirma que al compartir relatos de las familias, aunque no sean los más halagadores, estas se vuelven más unidas. Resulta ser extremadamente importante hablar en familia sobre los momentos difíciles que pasaron, los desafíos que enfrentaron y cómo los superaron, cuestiones estas que casi nunca se tocaron y se mantuvieron ocultas, y curiosamente esta es la mejor forma de expresarle a los hijos que la vida tiene sus inevitables altibajos.
A través de la reminiscencia nos llegan los recuerdos, proporcionándonos una sensación de bienestar, tan necesaria para mejorar la calidad de vida, un estímulo para el desarrollo o crecimiento personal, al fortificar y desarrollar nuestras facultades cognitivas y aumentar la autoestima, condición siempre anhelada, por cuanto nos hace más optimistas, más positivos, apareciendo ante nosotros en los momentos que más las requerimos, en la llamada edad del adulto mayor para mejorar nuestro estado de ánimo.
Una canción, un aroma, una fotografía o un dibujo se convierten en un apoyo para evocar una conversación u otra actividad individual o grupal en la que se dan rienda suelta al relato de los recuerdos.
El laureado Premio Nobel de Literatura Gabriel García Márquez, “El Gabo”, en su libro “Vivir para contarla” nos contagia con sus singulares y emocionantes vivencias al señalar “la vida no es lo que uno vive, sino lo que uno recuerda y cómo lo recuerda para contarla”.
Escudriñando esta excepcional expresión quedamos asombrados al ver cuantas verdades encontramos en el diario faenar de nuestras vidas. Ahora recordamos más que antes, los tiempos cambiantes de difícil transitar nos retornan a caminos ya recorridos.
En este recorrido a través de la reminiscencia del pasado, aparecen episodios en donde intervienen los sentidos y que encontramos en nuestro entorno evocamos aromas de flores, especies y condimentos, a través del gusto evocamos sabores y con relativa frecuencia recreamos canciones de música que nos embelesa, las grabaciones radiofónicas, los sonidos subyugantes de la naturaleza cuando nos adentramos en los parques Yurubí, el San Felipe El Fuerte, los balnearios de Guayabito o Los Ureros.
Muy importante es tener siempre presente que vivir en el recuerdo es abrir las puertas al pasado, pero cerrar las del futuro. Esta manifestación muy acertada se constituye en un alerta especialmente para los adultos mayores quienes son muy sensibles a emociones y afectos extremos, por lo que hay recuerdos que deben ser fugaces, cual nube viajera y otros que por la riqueza de las experiencias que engloban, pueden retornar y aparecer con mayor frecuencia, duración e intensidad, evitando aquellos que al ser persistentes y algunos no agradables provoquen ansiedad, angustia, tristeza, estrés y desasosiego, afectando la salud, y aquí la mente juega a nuestro favor, los recuerdos indeseables raramente regresan según los expertos.
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