A veces parece estúpido tener que ponerse a discutir cosas más que evidentes con el Gobierno y con la oposición extremista. No puede ser que los dirigentes y militantes de ambos extremos sean brutos y no puedan comprender lo que es medianamente claro para cualquiera. No debería haber ninguna necesidad de convencer a nadie, que convocar elecciones y no incluir en el cronograma de las mismas la publicación de los resultados mesa por mesa, es un atropello más a la legalidad y a la constitucionalidad electoral venezolana.
No puede ser que Jorge Rodríguez no entienda eso, ni que no lo comprenda Diosdado Cabello o el presidente Maduro. No puede ser que los otros dirigentes se hagan también los locos en relación con un hecho claramente violatorio de lo establecido en la Constitución, las leyes y la normativa existente, y que además se aplicó en todos los procesos electorales con excepción de los procesos extraordinarios irregulares que convocaron: el de la constituyente y el del Esequibo.
Tampoco puede ser, que los opositores más beligerantes que existen, María Corina, Leopoldo, Julio Borges y quienes los siguen, sigan con el discursito de que participar en las elecciones de abril significa convalidar al gobierno existente, apoyarlo, contribuir a lavarle la cara y cosas por el estilo, que a ellos les sonarán muy bien, pero que realmente significan una gran ridiculez.
Acaso cuando se exige la libertad para los presos políticos y se acusa a Maduro de ser indolente ante el sufrimiento de sus familiares, no se está reconociendo tácitamente al régimen de Maduro. ¿Cómo se puede desconocer una realidad que nos golpea en la cara en cada segundo de nuestras vidas?, ¿No tuvo Trump que enviar un delegado para que discutiera con Maduro la libertad de unos gringos, supuestamente, conspiradores?, ¿Tenía acaso otra forma de proceder para deportar a los venezolanos ilegales en su territorio?, ¿A quién en su sano juicio se le puede ocurrir que Trump ha debido dirigirse a Edmundo González Urrutia para alcanzar esos acuerdos?
Los asilados en la embajada de Argentina protestan y denuncian que los tienen sin electricidad, sin agua, que no les dejan ingresar alimentos y que están siendo permanentemente apuntados con armas de fuego, y señalan claramente al régimen de Maduro como culpable de este hostigamiento inhumano.
Independientemente de las claras exageraciones que hay en esta denuncia, no podemos acusar a estos opositores de que con sus acciones están convalidando a la dictadura de Maduro y la están reconociendo, algo inaudito en gente tan firme en sus posiciones.
¿A quién le hacen oposición?, ¿A Hugo Chávez que ya no se encuentra entre nosotros?, ¿Al presidente Petro por su pasado guerrillero, o a Lula por ser miembro del Foro de Sao Paulo? Se oponen a Maduro porque es quien detenta el poder; luego, lo están reconociendo como gobernante, así no les guste.
Y lo reconocen cada vez que lo hacen responsable de la crisis económica existente, de la represión, de la corrupción, del deterioro de los servicios, de la insalubridad, de la quiebra de la Corporación Venezolana de Guayana (CVG) y de la emigración gigantesca habida de venezolanos hacia muchos países del mundo.
Todos nosotros, quienes vivimos en Venezuela, que debemos efectuar trámites ante distintos organismos públicos, que tenemos que pagar la factura abultadísima de Corpoelec, con un incremento del 150 por ciento de los costos de la electricidad, pese al pésimo servicio que presta, estamos convalidando al Gobierno de Maduro en cada segundo de sufrimiento que nos produce.
Por todo esto, nos parece también estúpido y ridículo que el Gobierno pretenda que quienes quieran ser candidatos en las elecciones declaren que ellos reconocen a Maduro como presidente.
Chávez reconoció a Carlos Andrés Pérez como presidente. Contra Pérez fue su golpe de Estado de 1992, fue CAP quien lo derrotó y lo puso preso, y más adelante tuvo que aceptar el indulto dado por Caldera.
No me imagino a nadie rechazando un indulto o una orden de libertad simplemente porque considere ilegal, ilegítimo o usurpador al Gobierno. Y finalmente, Chávez tuvo que jurar ante la Constitución existente, independientemente que la llamara moribunda.
Gobierno y oposición, en lugar de tener como política este tipo de necedades, deberían preocuparse por el bienestar de la nación venezolana, que está por el suelo.
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