
Cuando paso por tus calles, mi querido Chivacoa. Yo recuerdo con nostalgia, tiempos que no volverán…
Transito por las calles de mi pueblo y contemplo sus “casas viejas con sus grises aledaños”, rojizos tejados “que se resisten al progreso de los años”, sencillitas, donde crece la esperanza.
Algunas lucen su vestimenta natural con aquel bloque de adobe bien quemado, ese que, hecho de nuestras mismas entrañas, no lo destruye ni el tiempo ni la lluvia.
Por igual, lucen sus grandes ventanales en forma conservadora. Algunas esperan en silencio su despedida definitiva, como la que está ubicada en la avenida 6 con la calle 13, en la que viviera Asunción Abreu, la de la familia Pérez en la avenida 8 con la 15.
Veo quintas como la de Simón Landínez en la avenida 8 entre 20 y 21; la casa de los Mota en la avenida 7 con la 8, la de los Osorio en la avenida 9 con esquina de la calle 14, la casa de los Villanueva en la calle 6 entre 6 y 7.
También hay caserones remozados que han dado paso al progreso, como ocurrió con la Casa Amarilla de Fermín Calderón, la casa que fuera de Catalina Landínez de Bolívar, la de los Osorio, erguida en eterna vigilia; la de los Villegas en la 24 al final de la 7; la de los Sánchez, la de los Tersek, la de los Román, la casa de los Quintero y la de Gladys Landínez de García en la 7 entre 13 y 14.
Mi memoria, ya vetusta pero inquieta, remonta a lo más denso, a una vibración elevada que de inmediato interacciona con el alma produciendo un énfasis entre reacciones y nuevas acciones de manera continua y sucesiva.
Se van dando en mí, cadenas de eventos que se producen y se reproducen; imágenes, seres, rostros conocidos unos; otros de efímeros recuerdos, seres que dejaron huellas imborrables en mí y que, al relacionarlos con mis congéneres y paisanos, conforman en serie unas primeras causas vinculadas a segundas causas para así, de manera continua volver a donde se ha emanado.
Es como volver al principio. Así es mi pueblo Chivacoa, así de eterno. Con un continuo devenir a lo largo de sus más de trescientos años.
Ando por las calles y saludo, y la gente saluda. Percibo mucha humildad y sencillez en los saludos, por demás efusivos, sinceros, de corazón, de cortesía, admiración, costumbre, amistad, familiaridad, fraternidad. Hay una esencia de sentido, con la que los hijos de esta tierra se identifican entre sí. Es sabor a pueblo ¡Somos chivacoeños!