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jueves, enero 23, 2025
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Teoría del carrito de supermercado

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Hasta ahora nadie se ha preocupado demasiado por determinar su origen, y tampoco por identificar a su autor, ni siquiera se ha gastado algún tiempo en determinar de dónde salió esta teoría que plantea que el carrito de supermercado, o carrito de la compra, es el instrumento que proporciona a los miembros de la sociedad moderna una eficaz herramienta mental para diferenciar entre quienes si son individuos rectos, provos, honesto, virtuosos, dignos, decorosos y quienes no lo son.

El lugar para realizar este examen de las cualidades del ser humano puede ser cualquier mercado o local comercial en donde se dispone de estos vehículos; los de cuatro ruedas más abundantes en el planeta; para comodidad de los compradores.

La tarea puede ser llevada a cabo por cualquier individuo sin formación especial para ello. Esta consiste en observar el comportamiento de quienes conducen uno de estos vehículos de tracción a sangre y sin motor hasta el momento en que se debe devolver al lugar destinado para ello, sea en un estacionamiento o simplemente donde no sea un estorbo.

La ocasión y el lugar para colocar el carrito en el lugar adecuado es una tarea de cierre de la actividad de compra que no exige ninguna capacidad especial o inteligencia diferencial, es lo que suele llamarse una tarea muy fácil. Estacionar el carrito en su lugar de destino es la última acción a realizar en el proceso de la compra de los alimentos u otros artículos para el hogar, por lo que se espera que los individuos responsables honestos y solidarios la reconozcan como hacer lo correcto, lo apropiado.

Estos carritos no pertenecen a los usuarios o consumidores, se les facilitan para satisfacer una necesidad particular y por ello, no colocarlos en el lugar destinado para ellos no es un delito. Tampoco una falta disciplinaria. Nunca acarrea algún tipo de sanción por parte de los administradores del local comercial, de parte de otros usuarios o de los trabajadores del local que deberán recogerlos y llevarlos al correspondiente sitio en donde estarán disponibles para su siguiente uso o paso en la cadena de prestación de servicios y comodidades al comprador.

Fingir, simular o aparentar que se olvida el carrito en cualquier lugar, abandonarlo a su suerte o simplemente empujarlo hacia lo desconocido; menos aún cuando no exista una situación de emergencia o de riesgo inminente a la vida y salud de quien lo conduce; no equivale a la trasgresión de alguna ley ni acarrea sanción.

Mas el acto de llevar y colocar el carrito de compras en el lugar destinado para ello es la prueba irrefutable que proporciona la modernidad para reconocer a los individuos que harán lo correcto sin verse obligado o forzados a hacerlo.

Un simio en estado salvaje no devolverá a su lugar el carrito de supermercado, un venado tampoco lo hará; un hombre de las cavernas no lo hará porque no puede comprender que lo correcto es devolverlo y una mala

persona que es incapaz de vivir en sociedad y en sana convivencia no lo hará porque su corazón le dice que nadie puede obligarlo a hacer lo correcto, lo cual es cierto, no existe alguna ley o autoridad amenazando o ejerciendo coerción positiva o negativa que le pueda obligar hacer o no hacer, simplemente, lo correcto.

Este ejercicio de observación solo sirve para dejar al descubierto a un posible miembro útil de la sociedad que es incapaz, por voluntad propia, de hacer lo correcto; también define si esa persona es un elemento positivo o negativo para el desarrollo de la sociedad en que vive, delimita si está del lado de los que hacen lo correcto en la vida o no.

Lea también: Ateos y ovejeros

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