Un singular personaje entrado en la edad madura, dedicó una parte de su vida en los últimos años a impulsar con inusitada pasión el hábito de la lectura. Como un Quijote, comenzó a colocar la palabra “lee” en paradas de autobús, esquinas, postes de alumbrado y brocales de andenes, consciente de su trascendental importancia.
Su persistente empeño no pasó desapercibido, siendo en su momento reseñado en los medios de comunicación como una proeza digna de encomio y reconocimiento. Los amantes de este peculiar hábito al aplaudir tan quijotesca iniciativa nos sentimos obligados a continuar desde otros escenarios en la brega insistiendo en su pronta y total adopción; esta cruzada sigue en crescendo, se está recuperando tras fuertes caídas, no terminando aún de levantarse. A su favor aparecen nueva fuentes de apoyo que continúan sosteniéndola.
Nuevamente salta a la palestra la figura carismática y filantrópica de Bill Gates, quien vuelve a sorprendernos al revelar que el hábito de la infancia que lo catapultó a la fama y lo llevó a convertirse en millonario y que las nuevas generaciones han desestimado es la crucial lectura, al no proponerse adoptarla.
Desde muy joven, Gates mostró una fascinación por los libros y el conocimiento, “devorando” textos y al mismo tiempo manifestando una curiosidad por entender cómo funcionaban las cosas.
Señala que por culpa de las redes sociales las personas no logran mantener una concentración y se distraen constantemente por las notificaciones que recibe el aparato y los estímulos que pueden generar en los usuarios. Esta ejemplarizante experiencia, debido a uno de los hombres celebres del momento, nos sirve de acicate para continuar la lucha por impulsar y estimular este olvidado y abandonado hábito, anhelando ver a jóvenes leyendo un libro o cargando un libro bajo el brazo en clara señal de adoración o aprecio contagiante; ver a jóvenes reunidos en amenas tertulias, discutiendo aspectos destacados al descubrir la trama oculta de un libro los emociona.
Estas circunstancias que a primera vista lucen como excepcionales podrían generalizarse sí por un momento se libraran del embrujo esclavizante que ejercen los móviles o los videojuegos, al capturarlos y convertidos en sumisos esclavos de tan tentadora y arrolladora tecnología.
En el libro “La concentración ininterrumpida”, escrito por Jonathan Haidi, se hace alusión a cómo los teléfonos móviles, aunque útiles, han provocado la estampida de ocasionales lectores cuya recuperación luce difícil por los cambios tecnológicos de los últimos tiempos y las dificultades en su entorno.
Si usted, es de los que gusta de regalar móviles, invierta un poquito más y acompáñelo con un libro, o solo regale libros, seguro que ese gesto será recompensado tarde que temprano por quien lo recibió, en alguna reunión en donde coincidan el dador y el receptor, este exteriorizará su sapiencia presumiendo algún rasgo o algún aspecto trascendental del libro, y entonces te sentirás satisfecho al haber logrado incorporar un miembro más a ese grupo de silencioso lectores.
En el imaginario social aparecen victoriosos los empedernidos amantes del tan saludable hábito de la lectura, los apasionados lectores convocan y conforman grupos de jóvenes para leer; los gobiernos y entidades públicas y privadas andan instalando “carpas de lectores “ los domingos y días feriados donde espontáneos lectores estimulan y conducen a los jóvenes en la exploración de obras literarias motivadoras con pasajes cautivantes que despiertan la curiosidad y el interés por los libros.
Crece la audiencia y con él el hábito se fortalece. Ya se ven en los hogares sorprendentes cambios que favorecen su consolidación y expansión, libros colocados estratégicamente y esparcidos por toda la casa aparecen como invitando a su contemplación exploración y uso, su embrujo irresistible vence la curiosidad, todos los toman, los ojean y al final los leen.
En los hogares los padres leen a los hijos y nietos historias cortas y cautivantes, realizan juegos para aprender a reconocer palabras, acompañan a los hijos a las bibliotecas. Las lecturas privilegiadas se distinguen por ser relatos cortos, divertidos y entretenidos, los más jóvenes ojean las revistas dejadas a propósito en los centros de mesa, y ya, cerrando el día, los cuartos se engalanan, llegan los padres a narrar cuentos e historias fascinantes a sus hijos con toques mágicos para ayudarlos a conciliar el sueño.
Las bibliotecas ambulantes ruedan con su carga de sabiduría a cuesta, visitando pueblos y ciudades, en sus espacios circundantes habilitados plenos de jóvenes deseosos de leer.
Este mecanismo de exploración y avance rumbo a la lectura se ve respaldado por expresiones atribuidas a los abuelos, quienes con atesorada sabiduría señalan coincidiendo con los expertos que uno de los beneficios que promueven la lectura es el desarrollo del pensamiento crítico y el fomento de la curiosidad intelectual, que la falta de lectura afecta nuestra capacidad de cuestionar lo que sucede a nuestro alrededor, y que la polarización que hoy vivimos es una consecuencia de no leer.
No leer, nos dificultad cuestionar, analizar y entender el mundo haciéndonos vulnerables a la manipulación y desinformación. Sin libros estas opciones se reducen peligrosamente… De modo que la consigna hoy es leer, leer y volver a leer.
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