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sábado, enero 18, 2025
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El mes de Santa María

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En los tiempos actuales, ha llamado notablemente la atención, la polémica, que ha surgido referente al tercer secreto del mensaje dictado por la Santísima Virgen María a tres pastorcitos, en su aparición de Fátima en 1917

El papa Francisco se ha referido a este mensaje recibido hace más de 100 años, como muy importante para la Humanidad, haciendo referencia a la solicitud de la Virgen María para que todos los seres humanos tomemos conciencia de la inmensa cantidad de pecados que se han cometido en el siglo pasado y actualmente, y también a la necesidad de hacer “penitencia y oración” con la finalidad de evitar desastres mayores. 

Veamos lo que ha sucedido en otros tiempos: el Evangelio nos relata que la Virgen María y Jesús con algunos discípulos, fueron invitados a la festividad de una boda en la localidad de Caná de Galilea. Entonces habiendo empezado la fiesta, Santa María notó que por alguna razón, el vino escaseaba. Entonces María, como madre de Jesús le habló con ternura y le dijo ¡No tienen vino! y le expuso esa necesidad. 

Entonces Jesús, le respondió: “Mujer, ¿qué nos va a ti y a mí? Todavía no ha llegado mi hora”. Y pareciera como que Jesús fuera a negarle a María lo que le pidió: “No ha llegado mi hora le dijo”

Pero Santa María conoce muy bien el corazón de su hijo y actúa como si él ya hubiera aceptado su petición: ¡Haced lo que él les diga! Dijo a los sirvientes. Jesús acababa de empezar su prédica cómo mesías.

La Santísima Virgen María es la madre atentísima de todas nuestras necesidades, como ninguna otra madre lo es en nuestra Tierra. El milagro ocurrió porque Santa María intercedió con su petición. ¿Por qué tienen tanta eficacia los ruegos de Santa María ante Dios? 

Los ruegos de los santos son oraciones de siervos, pero los de María son los de una madre, razón de su eficacia, carácter, autoridad, y como Jesús ama inmensamente a su madre, ella no puede rogar sin ser atendida. De ahí nace su impulso para actuar y encargarse por sí misma del oficio de intercesora y pedir al hijo el milagro. ¿Qué no hará cuando tantas veces a lo largo del día le pedimos: “ruega por nosotros”?, ¿Qué podríamos conseguir si nos empeñáramos en acudir a ella una y otra vez? 

La “piedad cristiana” ha llamado a nuestra madre María omnipotencia suplicante, porque su hijo es Dios y nada puede negarle. Ella está siempre pendiente de nuestras necesidades espirituales y materiales, y desea incluso más que nosotros, que no cesemos de implorar su intervención ante Dios en favor nuestro, y a veces nosotros solemos ser tan remisos en pedir y poco pacientes, cuando lo pedido tarda en llegar, debemos acudir con más frecuencia a nuestra señora y poner más confianza en nuestras peticiones, sabiendo que ella nos alcanzará lo que nos es más necesario, porque si ella consiguió el vino, que quizás no era tan necesario, ¿No va a remediar tantas necesidades urgentes en nuestro tiempo? Señor Jesús deseo poner toda mi vida en tus manos y espero que tu madre, al igual que en Caná, te diga: ¡No tienen……!  

Ahora bien,  San Juan llama dos veces madre de Jesús a María en Caná y en el Calvario. Entre estas dos oportunidades, hay unas analogías: Caná es el comienzo y el Calvario es el fin de la vida pública de Jesús, en ambas oportunidades está acompañado por María, y en ambos episodios aparece una especial solicitud de Santa María hacia los hombres.

 En Caná intercede cuando aún “no ha llegado la hora”, y en el Calvario, “acepta la misión de ser la madre de todos los creyentes”.  En Caná se muestra solo un aspecto del límite  humano, pero con un valor simbólico: ir al encuentro de las necesidades humanas, es una introducción en la misión mesiánica: María es mediadora, pero no como una persona extraña, sino como madre de Jesús.

San Juan indica que se llenaron con agua hasta arriba seis tinajas de piedra que se usaban para purificarse. Jesús dijo: ¡Sacad ahora y llevadle al mayordomo una muestra! La cual el mayordomo apreció cómo de gran calidad superior. 

Como el agua, también nuestras vidas, era insípida, Jesús transforma nuestro trabajo y nuestras alegrías  junto a Cristo. El Señor espera que hagamos nuestros actos o deberes: “usque ad summum”: Hasta arriba, acabadamente. 

Si quienes trabajan en universidades, fábricas, hospitales, tareas del hogar o finanzas con perfección humana y espíritu  cristiano, mañana amaneceríamos en un mundo distinto. El mundo sería una fiesta de bodas. Un lugar más habitable y digno del hombre, en el cual la presencia de Jesús y María imprimen un gozo especial.

Lo nuestro es poca cosa, pero el Señor desea disponer de ello. Que alegría, la de esos servidores eficaces y obedientes, cuando vieron el agua transformada en vino, testigos silenciosos del milagro, igual los discípulos de Jesús, cuya fe quedó confirmada.

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