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martes, noviembre 26, 2024
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Valor de la desobediencia

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Se aprecia de forma positiva la obediencia y fidelidad total y ciega a las instituciones y a los hombres que están al frente de ellas como un valor esencial para el sostenimiento, desarrollo y supervivencia de las sociedades y sus ideales. 

A la luz de tal razonamiento, la desobediencia es mal vista, se le observa como un atentado al orden, buen funcionamiento y en algunos casos como un ataque directo y personal al ego del jerarca al mando. 

Al otro lado de la valla están hombres como Mahatma Gandhi que no se ofrecían al cumplimiento ciego y fiel de las reglas del tiempo y lugar que les tocó vivir. También Simón Bolívar y sus camaradas fueron desobedientes al sistema imperante en su época

Lo que lleva a pensar que la desobediencia no es un mal en sí mismo y más bien depende de las circunstancias y el valor que en estas puede tener; tal y como ocurrió el 25 de abril de 1993, día en que cinco blindados ligeros y 35 legionarios del ejército español al mando del teniente José Luis Monterde Maldonado estaban de patrulla rutinaria al norte de Sarajevo, cuando se topan con 200 personas que huyen de tropas que exigen a los españoles la entrega de los civiles croatas. 

Al teniente Monterde se le ordena que, si no se puede negociar, abandone a los refugiados. El español y sus compañeros, desobedeciendo la orden, conscientes de que si se retiraban se produciría una carnicería; se mantienen firmes y se niegan a abandonar a los civiles. Doce horas de lucha disuaden a los agresores y la vida de defensores y defendidos continuó.

En la dirección contraria, se pueden encontrar ejemplos en donde la orden era clara y su cumplimiento se realizó con consecuencias desastrosas. Fue este el caso de 200 cadetes aspirantes a la Guardia Nacional de la República de México, quienes parados a la orilla del mar tenían una certeza:  si no cumplían la orden, serían castigados. No dormir, no comer y no hablar con sus familias serían las consecuencias. La orden fue exacta, luego de una práctica entrar al mar y enjuagar los uniformes llenos de tierra y barro. 

Un 20 de febrero el océano pacifico, embravecido y feroz, frente a Baja California, se apropió de la vida de siete jóvenes que murieron ahogados. Como colofón de este trágico hecho aplica la frase del escritor Eduardo Galeano quien señala “Ojalá podamos ser desobedientes cada vez que recibimos órdenes que humillan nuestra consciencia o violan nuestro sentido común”.

Para muchos de los seres humanos modernos la disciplina es la herramienta imprescindible para el logro de las metas autoimpuestas cuyo alcance son necesarias para alcanzar el éxito deseado en los personal y exigido por la sociedad; por eso, y en ese mismo orden de pensamiento, se espera que las personas o animales que son obedientes de las instrucciones que se le imparten. 

En general se cree al pie de la letra que los individuos que siguen las instrucciones que se les han enseñado, son los individuos que lograrán la victoria. Lo cierto es que las personas que obedecen sus propias reglas y las que su conciencia, raciocinio y sentido común le dictan, aun cuando eso implique la desobediencia de las que le fueron impartidas, son quienes verdaderamente son buenas. 

Por eso las madres y maestras enseñan y esperan de sus hijos y alumnos obediencia a sus instrucciones y mandatos morales; con la sincera esperanza que sean los individuos que lograrán el éxito esperado para sus vidas. Ya de adultos, los profesores, directores, coordinadores y otras personas en la sociedad esperan primero ser obedecidos sin importar los resultados al final del día. Eso es lo normal y no se les debe desobedecer.

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