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sábado, noviembre 23, 2024
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Notas desde Farriar: María Lionza salsera con el Negro Miguel

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Cuando “El Negro Miguel”, se proclamó rey en el siglo XVI en las montañas de Yaracuy, llevando a su compañera, amada amante, la reina Guiomar, para los estudiosos serios del mito esta encarna mágicamente a María Lionza debido a su representación telúrica, edénica, sociológica, poética, antropológica e histórica y tomando en cuenta que todo mito viene del agua, y bajo la asombrosa cascada donde se inmoló Guiomar para no ser capturada por sus verdugos españoles, esta recorre de norte a sur, de este a oeste todo el vaho vegetal, animal, mineral y fantasmal del valle yaracuyano.

Esta herencia mágica la plasmaron dos músicos caribeños: el venezolano Carlos “Tabaco” Quintana y el otro, panameño, me refiero a Rubén Blades, quienes han contribuido a exaltar con la música popular afro-jíbara-antillana y caribeña, el valor cultural del mito.
De ello es buena prueba la composición María Lionza: Diosa del amor, en la cual Carlos “Tabaco” Quintana, apela al juego de la percusión que resulta tan progresivo como innovador y donde el repiqueteo del bongó es retrabajado, elaborado de tal forma que no resulta directa ni evidente su presencia. Este montuno mágico religioso, que hay que reivindicar para los caribeños fue grabado por “Tabaco” en la década del 70, diez años antes de que Rubén Blades saliera a la palestra musical con la banda de Willie Colón, donde la síncopa trombonera se pone de manifiesto con otra canción sobre María Lionza, grabada por Blades en 1980.

En el tema de “Tabaco”, un montuno sólido en el piano, lento y bien acompasado se siente profundamente el canto Caribe del barrio, la sabrosura rítmica de la percusión, y sobre todo el arraigo por lo mágico religioso no como simple propuesta comercial y artificiosa con la religión, sino que la música y el baile van en función de ella con autenticidad y fe. Una canción que deambula entre lo esotérico y lo tradicional salsero, que en su introducción empieza con una danza africana.

Y con la reina, el panteón de los orishas y Pancha Duarte, mi madrina y protectora, no hay nadie que pretenda joderme, me acordé del vaho fantasmal y telúrico donde la reina emerge de su altar, y entre lo delirante nace en esta canción el espiritismo que más que una religión es una cultura arraigada a la costumbre de nuestros ancestros. Es una magia entre lo real y el mundo cósmico en la cual la persona que entra en trance (elevación) experimenta y trasciende a un mundo mágico e indestructible y donde el sistema de adivinación es el tabaco que nos traslada y nos da una sensación de visión hacía lo desconocido. Y bien lo dice el montuno para los yaracuyanos: “yo me voy pa´ la montaña/ con mi vela y mi caja de ron/… despójate, despójate y pídele a la reina/ mucha salud y mucho amor/…yo te espero en Yaracuy/pa´ que la reina nos bañe con cocuy”/.

En la canción de Rubén Blades se aprecian imágenes poéticas polivalentes con carga cosmogónica… ”y sus paredes son hechas de vientos/ y su techo lleno de estrellas/ la luna y la montaña sus compañeras”/… María Lionza se echa a andar por los caminos con animales que se cruzan en su largo recorrido. El paisaje, siempre el paisaje entra en los escenarios rodeando a María Lionza como sujeto – objeto con cargas vivenciales que, retenidas en los rincones de la memoria escancian, a manera de una evolución misteriosa. Con este canto a María Lionza protectora de todo, hunde su ternura aldeana hasta empaparnos sudorosa y alegre con los pliegues de un amor de madre. Ya la reina está en su altar con el vaho ambiental saturada por la naturaleza donde ella es reina, cuidadora y madre y en su honor se baila la danza, y su corazón está contento porque los presagios han sido favorables, el sol ha rebasado el centro del cielo y la saludan al paso porque el camino es duro.

Llega, pon fin, a la gran caverna del trueno. En la mano lleva el gran fetiche protector, y al mismo tiempo entona el cántico sagrado, el cántico que pone al descubierto los furores del espíritu: “En la montaña de Sorte por Yaracuy/ vive una diosa,/ una noble reina de gran bondad/ amada por la naturaleza/ e iluminada de caridad/… cuida el destino de los latinos/ vivir unido y en libertad/”…Yo también me voy pa` la montaña a encender los corazones y a pedirle a la reina que en este trance le de sabiduría y voluntad al pueblo venezolano.

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