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jueves, noviembre 21, 2024
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Nuestro medio social

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Después de aceptar la invitación del señor Jesús, Mateo dio un banquete, al que asistieron: Jesús, sus discípulos, y todo tipo de gente: Muchos publicanos y pecadores amigos de Mateo. Entonces, un fariseo, algo sorprendido le preguntó a un discípulo de Jesús: ¿Por qué tu maestro come con publicanos y pecadores?

Pero Jesús se encuentra muy bien entre gente tan diferente, porque él ha venido a salvarnos a todos y dijo: ¡No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos! Y como todos somos pecadores y nos sentimos algo mal, entonces Jesús no se separa de nosotros.
En esta escena vemos cómo el señor no rehúye el trato social, o más bien lo busca.

Entendemos a Jesús dentro de una galería de personajes: “Cerca de un ladrón convicto, cerca de niños inocentes, conversa con hombres cultos y pudientes como Nicodemo y José de Arimatea, con mendigos, con leprosos, con familias. Es una sociología que se extiende a cualquier ser humano de cualquier condición.

El señor tuvo muchos amigos, como los de Betania, donde es invitado y decía: “Lázaro es nuestro amigo”, tuvo amigos en Jerusalén, como los que le prestaron una sala de su casa para que celebrara la Pascua con sus discípulos y conocía perfectamente al que le prestó el pollino, que sus discípulos pudieron tomarlo, directamente, para su “entrada solemne en Jerusalén.”

Jesús mostró un gran aprecio por las familias, donde se ejerce en primer lugar la convivencia, con las virtudes que ésta requiere como el primer trato social. Así nos muestra el evangelista, resaltando la vida oculta de Jesús en Nazareth. Con un recuerdo imborrable para su madre María de todos esos años.

El señor muestra con cariño: “Como un Padre que ama a su hijo y no le da una piedra, si el chico le pidió pan, ni le da una serpiente, si le pidió un pez. También resucitó al hijo de una viuda en Naím, porque se compadeció de su soledad y tristeza y, para terminar, desde la cruz, veló por la vida de su madre y se la confió a Juan. Y el apóstol, desde ese instante, la recibió en su casa.

Ahora: Jesús es un ejemplo vivo para nosotros:

Porque debemos aprender a convivir con todos, por encima de sus defectos, o ideas y maneras de ser. Debemos aprender de él, a ser personas abiertas, con capacidad de amistad, dispuestos siempre a comprender o disculpar. Un cristiano, si de veras sigue a Cristo, no puede estar encerrado en sí mismo y ajeno a lo que pasa a su alrededor.

La amabilidad y las otras virtudes con las que se relaciona, hacen amable la vida cotidiana: La familia, el tráfico, el trabajo, y son opuestas por su orden: al egoísmo, al gesto destemplado, al mal humor, al desorden, a la falta de educación, al vivir, sin tomar en cuenta los gustos y preocupaciones de los demás.

San Francisco de Sales escribió: “De estas Virtudes, es necesario tener una gran provisión, y muy a mano, pues se han de estar usando, casi de continuo”: El cristiano ha de convertir los muchos detalles de la virtud humana, en otros actos de la virtud de la caridad, al hacerlos también por amor a Dios. Debe practicarse, también, cuando es importante tomar una actitud firme y continua. Es necesario aprender a disentir cuando sea preciso, con caridad, sin ser antipático.

El cristiano, mediante la fe y la caridad, sabe ver hijos de Dios entre sus hermanos, los hombres que siempre merecen el mayor respeto y las mejores muestras de atención y consideración.

Todo el Evangelio es una continua muestra del respeto con que el señor Jesús trataba a todos: Sanos, enfermos, ricos, niños, pobres, mayores, mendigos o pecadores. El Señor tiene un corazón grande, divino y humano, no se detiene en los defectos ni eficiencia de estos hombres, que se acercan o los que él encuentra. Es esencial que nosotros, sus discípulos, lo imitemos, aunque se nos haga difícil.

Ahora amigos: Veamos lo que ocurre en nuestra situación actual: Parece que, para Cristo, nuestra situación actual, muestra un “corazón pequeño”, pero en el tiempo que vamos viviendo y meditando, nuestro corazón se va ensanchando, qué es lo que nosotros deseamos.

Entonces, motivado por la oración y nuestra interioridad, nuestro corazón va floreciendo y va en aumento, aunque hoy aparece también una distracción debida al trabajo.

La oración es muy importante a los fines de despertar y poder confrontar mis pecados con Dios, porque así nace la gran esperanza de la salvación y así tenemos más capacidad para tener éxito con nuestra esperanza y no constituye un fanatismo, porque podemos ver las cosas y los acontecimientos con más claridad y también podemos distinguir fenómenos místicos que los vemos con más facilidad, porque el Reino de Dios es un don y nosotros podemos mostrar nuestra vida con valentía humana en forma ordenada: uno, dos y tres puntos ordenados, por ejemplo.

Necesitamos controlar bien el trabajo, ya que el exceso nos puede estorbar, porque nos impide revisar nuestros fines principales, “ojo con crear una maratón de hacer cosas”, porque si no nos ordenamos bien, podemos caer en una acción de no saber cómo proceder con orden, lo cual nos puede costar hasta el divorcio.

Por lo tanto, necesitamos crecer, pero también es necesario limitar el crecimiento, para que no estorbe a nuestras principales finalidades.
Amigos yaracuyanos: Para concluir esta pequeña meditación, pensemos un instante: El ejemplo de Jesús nos invita a vivir amablemente con los demás, comprenderlos y mirarlos con simpatía inicial, lo cual nos llevará a aceptar: virtudes y defectos que existen en la vida de todo ser humano y saber encontrar la “parte de bondad” que existe en todos nosotros: una persona comprendida abre con facilidad su corazón y se deja ayudar.

Quien vive la caridad comprende rápido a todo el mundo de hoy, porque tiene como norma: “No juzgar nunca las intenciones íntimas del prójimo, que solo Dios conoce”.

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