Nos aferramos a la vida como quien lo hace a una tabla de salvación, en la inmensidad del mar para alcanzar llegar a la tercera etapa de la vida. Protagonista de singulares batallas, iniciamos el tránsito hacia la edad dorada orgullosos de haber batallado y salido airoso de algunas, unas veces golpeado y nunca derrotado. Anhelamos una segunda oportunidad que, alguna vez, se nos mostró esquiva, pero no inalcanzable.
Nos sentimos beneficiarios, al ser partícipes y a la vez agradecidos del gran salto que ha dado la vida en las últimas décadas. Hace apenas 70 años, la media global no llegaba a los 50 años de edad, mientras que hoy crece y supera los 70 años, y se espera, que continúe ascendiendo. Ante este alentador panorama que enlentece y hace más llevadero el envejecimiento, hay que intentar seguir patrones conductuales que recreen una vejez idealizada. Es de destacar las expresiones de especialistas que, temerariamente, han señalado que hay quienes en su vejez ostentan una mente aguda, que les permite detectar los trucos y las intenciones oscuras, manteniendo la agudeza a pesar de la edad avanzada. Ellos poseen una mente clara y crítica ante situaciones complejas, reconociendo mentiras y manipulaciones.
Aprenden a tomar decisiones informales para protegerse a sí mismos, como también a sus seres queridos. Aprenden a defenderse demostrando que son capaces de manejar situaciones complejas, pese a la dificultades de la vida moderna, y hacen gala de una mente aguda y lúcida que les permite conservar su independencia, mejorando su calidad debida e incorporándolo nuevamente a la sociedad de la cual hace parte. En esta etapa, se comprenden mejor las motivaciones de otras personas, facilitando unas relaciones más auténticas y significativas, lo que permite explorar y disfrutar la vida con vigor y energía.
Llegan a esa meta, la de la edad dorada con buena salud física y mental, atienden sus propias necesidades por sí mismos, sin ayuda de terceros, siendo esta condición señal evidente de que su cuerpo aún posee fuerza y resistencia a pesar del tiempo. Aceptan las imperfecciones de los demás, sin juzgar a priori. Han desarrollado una mente abierta en la vejez, esencial para llevar una vida plena y satisfactoria, condición que les permiten aceptar imperfecciones sin juzgar y aceptan sin protestar las nuevas ideas y cambios que estimulan el enriquecimiento personal, mejorando las relaciones interpersonales.
En sus nuevas vidas, continúan manteniendo buenas relaciones con sus hijos, su más grande propósito a través de su vejez. Aquí juega un papel importante la sabiduría, la compresión y la paciencia desplegada, las que evitarán conflictos y malos entendidos, contribuyendo estas condiciones a fortalecer el vínculo familiar, gestando un ambiente de mutuo apoyo, fundamental para consolidar la relación padre-hijo, logrando una buena convivencia en la vejez, producto de la madurez que han alcanzado con la edad es el poder discutir temas delicados, sin caer en discusiones, demostrando con ello, no solo una buena estabilidad emocional, sino una gran capacidad para respetar y aceptar las nuevas realidades y cambios, características fundamentales para alcanzar el bienestar psicológico de las personas mayores.
Es de destacar el papel fundamental que cumple la comunicación como un legado de sabiduría y comprensión única. Ella, la comunicación, proporciona una sensación de seguridad y estabilidad sin igual, dentro de la familia, traduciéndose en la mejora de la calidad de vida de todos sus miembros.
Las relaciones sociales hay que priorizarlas, ya que ofrecen un formidable apoyo emocional al reducir el estrés, mejorar el bienestar psicológico y contribuir a una mejor longevidad. Estas significativas conexiones, pueden provenir de fuentes familiares, amigos, vecinos o miembros de grupos comunitarios, grupos de personas y organizaciones voluntarias, la participación en actividades sociales tales como eventos comunitarios y grupos de pasatiempos o reuniones periódicas, con amigos, no solo rompen con la rutina diaria, sino que también estimulan la mente y el cuerpo, promoviendo la salud física y mental… De todos los aspectos aquí esbozados, tal vez el efecto “ bandera “ sea el de los afectos, hoy tan dejado de lado, los cuales hay que fortalecer y vigorizar al máximo como el mejor antídoto contra la soledad y el aislamiento, y el único para garantizar la longevidad __ cual elixir de vida… Estas condiciones son propicias para estimular una vejez sana, una mente aguda y abierta y una anhelada larga vida, plena de emociones gratificantes, pese a la edad.
Vale, intentar hacer suyas estas expresiones, para allanar la ruta a una vida sana y longeva.