Después del triunfo en Cuba de los guerrilleros de la Sierra Maestra, América Latina fue invadida por una ola de entusiasmo a su favor. Estaban en la cresta de la popularidad en toda Sudamérica. Eran los héroes del momento. Los grandes jefes de aquel ejército insurreccional, eran ídolos adorados por las multitudes.
Un día, visitaron Venezuela, fueron recibidos como héroes. Destacaba la presencia avasallante del comandante, Fidel Castro Rush, joven militar, de buen porte, alto, de barba, vestido con uniforme verde oliva y un tabaco en la mano. Era la atracción del momento. A su paso, las multitudes, deliraban. Era el líder máximo de la llamada revolución Cubana. En Caracas, visitó la Universidad Central de Venezuela y en el Aula Magna, ante un público compuesto en su mayoría por estudiantes, rebosantes de entusiasmo, se escucharon aquellas palabras pronunciadas por el comandante cubano:
“… Realmente, mis primeros contactos con la multitud, fueron en la Universidad. Las primeras acciones en que participé, manifestaciones, mítines, siempre en defensa de una causa justa… Porque, cuando una causa es justa y, no tiene quien la defienda, ¡ahí están los estudiantes para defenderla!..” Y, remataba, diciendo algo así como: Por esta razón, venía a mantener contacto con el estudiantado venezolano. Lo que siguió, fue un estruendoso e interminable aplauso.
Las ideas y procederes del señor Fidel Castro y sus seguidores, constituyen inspiración, modelo y guía del régimen político que ejerce el poder en Venezuela. Su influencia, es determinante en las actuaciones de la llamada: Revolución Bolivariana. Pero como dice el poema: “… Más como el tiempo pasa y destroza todo el miraje que urde el encanto, pasó el poema como la nube, y el prisma roto, mostró el engaño…”.
No es ningún secreto que en la Cuba de hoy, terminada hace muchos años aquella luna de miel, el que se opone al Gobierno revolucionario, es traidor a la revolución y termina sus días en la cárcel. Ya la lucha de los estudiantes por lograr reivindicaciones, no se considera justa.
Venezuela, observamos que, el ideal bolivariano que inspiraba la revolución, ni se nombra y están ocurriendo cosas que llaman mi atención; veo una fotografía en la cual, unos guardias nacionales, portando armas que parecen de guerra, conducen a pie, esposados a un grupo de adolescentes por la calle de una ciudad venezolana.
Tales escenas, eran normales en la época del general Gómez, que en nuestros pueblos, así como se veía llevar ganado rumbo al matadero; también, a veces se veía pasar por las calles de Venezuela, seres humanos que el régimen consideraba sus enemigos y, como animales, eran llevados a cárceles como: La Rotunda o el Castillo de Puerto Cabello.
Como los nazis, en la década de 1940, al ser dueños del poder en los pueblos conquistados, trasladaban en camiones a los judíos a vagones de trenes antes encargados de cargar ganado, pero está vez, eran seres humanos con destino a los campos de exterminio. Asimismo, en la época del Imperio Romano, encadenaban a los vencidos para exhibirlos en los desfiles por las calles de Roma y luego, sacrificarlos como bestias en el circo romano ante una multitud de bárbaros que deliraban y se distraían con la barbarie. En este último caso, muchos de estos prisioneros, eran los primeros cristianos, cuyo único delito era creer en el Dios de Israel.
Cuentan los historiadores que, los indios establecidos por los lados de Nirgua del hoy estado Yaracuy, tenían prisioneros españoles e indios vencidos a quienes trasladaban y conservaban como un arreo de animales con el destino cierto de servir de alimento a sus circunstanciales dueños que practicaban el canibalismo. Así, ha ocurrido con tantos otros vencidos a través de las vergonzosas luchas que nos habla la historia.
La humillante fotografía, despierta la sensibilidad elemental y nos hace temblar de indignación ante tal injusticia y exclamamos: ¡Dios, no puede ser que esto ocurra en el país, donde su ejército llevó la libertad a cinco naciones de la América del Sur!
Para concluir, si observamos a esos niños que llevan por las calles esposados, como vulgares delincuentes, ¡que no son!”, debo expresar mi adhesión a monseñor Mario Moronta y a su valiente homilía pronunciada en la Misa Pontifical por los 414 años del Santo Cristo de La Grita. En ella, el noble prelado expresó que: “… Un verdadero católico no persigue a sus hermanos porque piensen de manera diversa, inventando narrativas que no corresponden con la realidad…” y refiriéndose a los jóvenes detenidos, agregó: “… Muchos de los jóvenes que han sido puestos presos, no son terroristas”…
Conservando las distancias pero sí, su aproximación ideológica, es comparable tal homilía con el famoso Sermón pronunciado en la época colonial por el padre Montesinos, contra la esclavitud de nuestros indígenas.
Los tiempos han cambiado, ya los indios no son esclavos y tienen protección legal pero, lo que se está haciendo con nuestros muchachos por parte del gobierno de turno, debe llegar a su fin. La dinámica social, es implacable e indetenible. Nadie podrá detenerla. Las voces de la civilización, no paran de gritar. Cada día, cobra vigencia aquel verso del poeta chileno Oscar Castro que observaba:
“… Sobre tierra americana, vuelan altivos los cóndores, / clavan los Andes el cielo con puntiagudos estoques./ Los pumas, dueños crecieron de serranías y bosques/ y, nosotros, ciudadanos, que libres nacimos y hombres,/ encadenados estamos como domésticos leones.”/ Es prudente, recordar a quien dio la orden contra esos muchachos de humillarlos como lo han hecho con ese proceder propio de épocas que llenan de vergüenza a la especie humana como es, insisto: hacerles desfilar por las calles, esposados; arreados como si de animales se tratara, aquella sentencia proclamada por Don Rómulo Betancourt en febrero de 1958 al regresar del exilio y concluir el mitin celebrado en el silencio:
“… Hay momentos estelares en la vida de los pueblos. Grandes horas en el devenir de las naciones, instantes en que un país realiza una cita con su propio destino. Uno de esos momentos cargados de posibilidades creadoras, similar al del año de 1810, lo está viviendo la Venezuela de hoy…”