Asimilando una realidad: Maduro es el actual presidente de Venezuela, y eso no iba a cesar, aún con un posible resultado adverso, el 28 de julio. La controversia de si efectivamente hay un fraude electoral, corresponde dirimirse en los órganos jurisdiccionales, amén de la notoria inclinación proselitista. Partiendo de este principio, todo llamamiento a generar violencia en las calles debe ser repudiado, por cualquier bando político, porque la violencia solo nos hundirá en el caos. Tumbar estatuas, quemar recintos públicos, vandalizar el patrimonio de todos, es un completo absurdo, una injustificable irresponsabilidad. No obstante, no se pueden lanzar acusaciones de llamados a violencia al voleo, alegremente. Fue muy imprudente el presidente Maduro cuando dijo que, de ganar la oposición “habría un baño de sangre”. Después, asumió el compromiso de aclarar la descolocada frase, no obstante ¿deberíamos entonces presumir que este “baño de sangre” -lamentable en grado sumo-, se produce, en efecto, por un triunfo opositor?
Aquí y ahora: Como mis cercanos saben, practico el Mindfulness, por ello, aunque pueda tener muchos pensamientos sobrevenidos, no me permito perder el foco del presente, del aquí, del ahora, porque es el único espacio y tiempo en donde podemos interactuar y accionar. Ayer agendé algunos compromisos de trabajo, compartí un café con mi hermano, visité algunos amigos. Una cosa que no debemos permitir, es que otros, por sus creencias o filiaciones políticas, nos impongan su guión del extremismo, que nos llamen cobardes por no inmolarnos por una causa, o, que nos llamen traidores, por no sacrificarnos por otra. Eso también es una forma de ejercer violencia, esa suerte de chantaje emocional donde se pretende endosarnos una etiqueta porque no nos manifestamos como otros desean. La mayoría de los comercios abrió, las personas estaban ocupándose de sus asuntos, una publicación de la Alcaldía capital daba cuenta del restablecimiento de operaciones de limpieza. ¿Es que en algún momento el tiempo debía detenerse y caer en un bucle de caos por cosas que están fuera de nuestro control?
Odios y posturas: Una de las cosas que más debo destacar es que muchos perdieron, tomando el inciso anterior, el foco de realidad, el aplomo. Insultos y amenazas que no pueden ser comprensibles, -aún por culpa de omisiones del árbitro electoral que ignora ex profeso, su gran responsabilidad-, y menos justificables. Mañana llega después del hoy, y tocará vernos la cara, sentarnos en las mismas mesas, quienes tienen niños los llevarán a las mismas aulas, seguiremos viendo a los mismos vecinos. Cuando personalizamos la negación de la realidad, puede aparecer este rencor injustificable, pero que tiene raíces en años de frustración, de negación del descontento, de carencia de respuestas a las necesidades más elementales, de las propias omisiones y deficiente gestión que el mismo Maduro reconoció en campaña electoral. ¿Posturas frente a esto? Rechazar el odio, venga de donde venga. Y rechazarlo es también ser consecuente con la realidad, con la verdad, sin necesidad de llevarlo a excesos que causarán heridas más profundas que las que ya exhibimos.
Un rumbo: No se puede lograr la paz sin disposición a ella. La paz no es una condición para una negociación sino un ambiente general para la misma. No obstante, la paz no se puede construir sobre la base de la fuerza, de la anti política, o, de las armas, porque estaríamos en presencia de un acto de violencia, sin más. Mucho menos, se puede construir la paz sobre una duda razonable, con la confiscación de elementales procedimientos electorales que avalen la transparencia de la soberanía del voto, o, pretendiendo negar que el clamor por la exactitud de lo ocurrido el domingo 28 de julio, proviene de unos pocos y no de todo un país, sin distingo de bandos ni colores. “La verdad nos hará libres”.