En Venezuela, una cáfila que, favorecida por circunstancias políticas, económicas, sociales e históricas implantó un capitalismo de garito y un socialismo burgués, y el cual generó un Estado ineficiente, burocrático, inoperante, improductivo, vicioso y corrupto.
Con una opulencia dolarizada y una sobrepobreza con ingresos en bolívares, la representación del capital público y privado e internacional han sido invitados a la fiesta. El capital social acumulado de la República fue ofertado y negociado con los nuevos y viejos oligarcas.
La desigual relación social relaciona a los capitalistas de vieja data y a la nueva burguesía roja dolarizada contra una clase trabajadora que combina el ¡Ay! entre los gritos y el dolor del trabajador injustamente detenido, enfermo y a las presiones espasmódicas del movimiento obrero en las calles.
Es evidente, estamos en presencia de un “socialismo burgués” organizado por la burguesía roja dolarizada y su capitalismo de garito; la misma aspira a remediar los problemas de la economía con fórmulas mágicas esotéricas y recetas a la moda, rodeada de hábiles jugadas financieras y sortilegios macroeconómicos, sin tomar en cuenta que la situación es mucho más seria y que es de índole estructural, referida al sustrato cultural que nos constituimos como pueblo.
Todo el nefando horizonte de esta cáfila ha inferido a la utopía socialista un daño irreversible y perdurable. El socialismo yacerá en el suelo enterrado por el recuerdo de las mega colas, la escasez de alimento, el alto costo de la vida, la inflación, la inseguridad, el desempleo y la agricultura liquidada cuyos cabecillas no han leído “El capital”, y creen que con poses autoritarias e invocaciones patrióticas fascistoides van a enfrentar los efectos en nuestra producción de la ley de los costos comparados y de la ley de la tasa media de beneficios que Carlos Marx glosó en su obra maestra.
Ante la crisis dura y extendida está surgiendo en la multitud la idea de otro sistema, del cambio histórico, de la mudanza radical que entronice otra manera de organizar la sociedad. Hay que llenar o habrían de llenarse algunas condiciones políticas para que otra alternativa sea una opción.
Quien ofrezca un socialismo el cual se llegue por el voto y vaya a establecerse por etapa pertenece a dos casilleros: el de los ingenuos y mentirosos o el de los pícaros, porque el socialismo por su misma naturaleza no admite las etapas.
De tal manera, que pretender hacer cambios sociales profundos con una camarilla militar y policial es históricamente contranatura. Esta sentencia lapidaria del Carlos Marx utopista de la juventud la escribió él en una de sus obras fundamentales como es “La introducción a la crítica de la economía política”, y dice tajantemente que el estamento más contrarrevolucionario y conservador de una sociedad la constituyen sus fuerzas armadas.
Estas aplastantes palabras caen como un balde de agua fría en los resentidos sociales del socialismo del siglo XXI, esa pamplina ideológica tramposa refrita. Porque el socialismo jamás brotará si el fantasma stalinista no se extingue para siempre.
Cuando las botas charoladas de una camarilla militar se colocan por encima de la sociedad civil, esta se pervierte, y se convierte en una caricatura infame. Es que hemos perdido la memoria histórica para ensayar una visión donde prevalece la mentira sacralizada como verdad única y última.
Ese juicio final, ese Armagedón, como lo llama la Biblia, no ha ocurrido aún porque subestiman la capacidad de respuesta de los venezolanos que debe ser optimista con la voluntad y pesimista con la inteligencia. Pero estamos más cerca de él que nunca, desterrando al capitalismo de garito, al socialismo burgués y a la corrupción como prácticas políticas, como estilo de gobierno y como cultura dominante. Y… Adiós luz que te apagaste.