Sonmer Garrido Díaz
El hombre fue creado por Dios, y fuimos creados a su imagen y semejanza. Esta es una virtud cristiana en la que manifestamos nuestra confianza en Dios, a quien reconocemos como padre que camina con nosotros, nos guía, nos protege y nos llena de felicidad.
Es una voluntad divina que gira sobre todos nosotros (lo creado) y que nos lleva a estar encadenados a una gran verdad en la que con confianza encontraremos la liberación que nos llevará a la tan anhelada felicidad eterna.
Al creer de tal manera, se fortalece en nosotros las tres virtudes cristianas: humildad, obediencia y fe.
En nuestras bendiciones matutinas solemos clamar al Creador que, por su gracia, no nos hizo esclavos y la mujer dice esclava. Por igual, en la siguiente bendición decimos “Bendito eres tú, Señor nuestro Dios, Rey del Universo, (si es hombre) que no me ha hecho mujer, (si es mujer) que me hizo según su voluntad.
Acá hay una distinción especial, en la que el hombre ratifica su rol devenido de la creación: buscar la comida de la casa, velar por su mujer, su salud, su familia y la mujer, no porque se sienta marginada dirá “… que me has hecho de acuerdo con tu voluntad”.
La mujer encara los desafíos del nuevo día, confronta los proyectos al implementar nuevas estrategias, inventa todo el tiempo sobre los nuevos programas al formular ideas. Los sabios de Mishná y del Talmud expresaron que en la mujer existe una fuerza moral, y existe por demás una excelencia espiritual digna de considerar: Gracias al mérito de la mujer los hijos de Israel fueron liberados del cautiverio en Egipto; las mujeres fueron abordadas primero cuando se entregó la Torá; ellas no decidieron en lo que tuvo que ver con el Becerro de Oro, y fueron las más generosas cuando se construyó el santuario; la mujer se ocupará de la casa y de los hijos para lo cual ha sido dotada de destreza, paciencia, comprensión y tantas otras cualidades que la Divina Providencia provee.
La mujer experimenta tantas cosas que son ajenas al hombre. Por ende, es llevadera con todo lo que experimenta: menstrúa, encara los embarazos, pare, amamanta y los conocimientos de todas esas experimentaciones le llevan a clamar al Creador: “Bendito eres tú, oh Dios, nuestro Señor, Rey del Universo, que me hiciste según tu voluntad”.
Dios ha orquestado todo. El hace que todo eso que experimenta la mujer sea llevado de manera ordenada para que pueda ejecutar su vida. Por ello, la mujer inteligente recurre al Creador donde encontrará con su fe el consuelo.
A los hombres nos corresponde sentir y vivir la empatía con los dolores y las incomodidades de la mujer. Por ello rezamos para que nuestra esposa no pase por esa emocionalidad debilitada.