Humberto Peinado Vila
«Cuando el suelo muera, todo lo demás morirá con él»
La Tierra está gritando, queremos que todo el mundo hable del suelo. Testigo mudo y presencial del auge y caída de grandes imperios del pasado y asiento de civilizaciones, los ríos Tigris y Éufrates, languidecen, sus cauces antes voluminosos y plenos de vida, hoy yacen yertos ante el asombro y el pánico de sus pobladores, especialmente ribereños.
En el antiguo Egipto, la tierra de los faraones, los ribereños se beneficiaban de las crecidas y avenida del Nilo, que al retornar a su cauce, luego de los desastres que ocasionaba a su paso, enmendaba los daños, depositando generosamente cientos de toneladas de limo fértil que año tras año enriquecían los suelos.
Años después, la construcción de la represa de Asuán resolvería el problema de las inundaciones. El problema se solucionó, dejando como gran perdedor al suelo, ya no recibiría la carga de sedimentos enriquecedores.
El tercer milenio se iniciaba con una gran cruzada a nivel mundial, en la lucha por la conservación y preservación de los recursos naturales. Innumerables simposios, eventos y congresos congregaron a los hombres más virtuosos de la ciencia, la tecnología y la investigación.
Todos en la brega por buscarle solución a los principales riesgos que afronta el hombre para sobrevivir. Temerariamente ya asomaba sus narices, el cambio climático con su consorte, el calentamiento global.
Temerariamente ya asomaba sus narices el cambio climático con su consorte, el calentamiento global. En esta cruzada, es de destacar la obligada participación de China, con su inmensa población nativa recuperando buena parte de sus desiertos. Ya se aprecia el reverdecer de los mismos y, tiempo atrás, Israel hacía reverdecer el desierto y hoy, para beneficio de pueblos vecinos comercializa el agua. La lucha es incansable. Todos bregan, pero, no es suficiente, y el riesgo de vida sigue siendo cada vez mayor.
La naturaleza sigue en crisis. Sus habitantes naturales, los suelos, las aguas, la fauna y la flora están sufriendo los rigores del cambio climático. Todos sufren, nadie escapa a su influjo devastador. Las evidencias, ya se palpan, ya se sienten, las economías se resienten, desde el humilde artesano, pescador, agricultor, vendedor, hasta las grandes corporaciones vienen evidenciando su impacto.
La agricultura, una de las más golpeadas en casi todos los países sin excepción, ha experimentado un descalabro terrible. Suelos fértiles y productivos han sido arrasados por el impacto de las aguas, cultivos anegados y pérdidas de cereales, de leguminosas y otros cultivos. Suelos que antes eran fértiles, languidecen hoy por la falta de agua para suplir las necesidades de los pastizales que alimentan al ganado, han quedado bajo el agua, el desastre es inmenso. Los artesanos también han llevado del bulto, no consiguen los materiales que la pródiga naturaleza les brindaba generosamente, la fauna marina y fluvial se ha replegado, han emigrado tan lejos, que ya no es fácil faenar.
Alarma y causa desasosiego y angustia los datos que nos llegan de los observadores mundiales acerca del avance del cambio climático. Se prevé que en el año 2045 se estará perdiendo el 40% de la comida, y aquí vuelven a aparecer los fantasmas que atormentan y asolan nuestras tierras de cultivo, provocando cambios profundos y significativos que afectan la seguridad alimentaria, la estabilidad política, los recursos hídricos y, con ello, la calidad del agua y la salud humana. Todo esto nos lleva a recordar que la seguridad alimentaria del mundo está en vilo, por cuanto el 95% de todos los alimentos que consumimos provienen del suelo, hasta ahora y paradójicamente no hay suelo sin vida, ni vida sin suelo. El suelo y la vida han ido evolucionando juntos.
La aparición del cambio climático ha dejado en evidencia la fragilidad del suelo, los mismos se desprenden, se resienten y se pierden con suma facilidad, es preciso protegerlos y el manto protector que sería la cobertura vegetal, ha desaparecido conforme avanzan los cambios climáticos. Los caprichosos cambios climáticos alejan las lluvias y luego las regresan a cántaros, afectando la capacidad del suelo para absorberla y retenerla.
La Tierra está gritando, pero nadie escucha, mañana no habrá quien escuche. Los suelos del mundo se están volviendo arena y cada segundo se pierden 4000 metros cuadrados de suelo.