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viernes, noviembre 22, 2024
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El pecado de la indiferencia

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La tarea de humanizar, es de todos los miembros de la sociedad y preferencialmente de la comunidad educativa. Esta terrible condición que busca prevenir y/o enmendar se focaliza con singular olfato felino y visión de águila, en el siempre buen maestro, atento, y siempre presto como actor fundamental en la formación del educando el alma de la escuela.

Los docentes, al ser agentes de cambio, tenemos la vocación de partero del alma, ayudamos a nacer a la persona posible que se oculta en la semilla de cada uno

Si los padres dan la vida, los educadores estamos llamados a dar sentido a la vida. Es el, quien encamina a quienes están descarriados del camino. Válido es, recordar acontecimientos que marcaron historia y que ninguna generación quiere sufrir y/o repetir.
Para hacer memoria, un sobreviviente del campo de concentración de Auschwitz relata el horror y el sufrimiento de los prisioneros judíos ante la indiferencia de quienes estando tan cerca no vieron los signos, ni escucharon los lamentos surgidos de la indiferencia.

¡Eh ahí! el relato espeluznante: ratas, piojos, cucarachas, zorros, buitres eran los nombres usados por los guardianes para tratar a los prisioneros judíos, era una manera de definirlos y a la vez de despojarlos de sus características humanas y continúa su relatos envueltos en sus mantas estaban sentados o tumbados en el suelo, con la mirada fija y ausente en el espacio, sin conciencia de donde estaban o de quienes eran, ajenos a su entorno ya no tenían dolor, hambre o sed. No tenían nada, estaban muertos, y no lo sabían.

En cierto modo, la indiferencia al sufrimiento es lo que convierte al ser humano en inhumano, siendo ésta la indiferencia más peligrosa que la ira o el odio.

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