¿En algún momento habrás sentido que das gracias a Dios por haber recibido un favor, un beneficio que esperabas y se te ha dado? (En lo particular me ocurre con frecuencia). Luego de ese éxtasis porque has solucionado tu problema, fluye con tranquilidad el día, ¿se te habrá presentado un necesitado pidiéndote le agracies un problema? Habrás hecho o habrás negado el favor. Como haya sido tu accionar, será el pase de factura divino. Esa es la lección.
La gracia es un regalo para la vida. Es bondad y perdón. Esa es la oportunidad de transformarnos. En las epístolas de Pablo hay muchos énfasis de gracia, sin embargo, entendiendo la humildad de Pablo, él se considera no merecedor de la gracia, la pide siempre para los demás: Sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo (Efesios 4:32).
Al dar las gracias, Dios perdona nuestros pecados y nos da su bondad, lo hace por medio de nuestro Señor Jesucristo. Lo dice Pablo quien pide que imitemos cuando nos relacionamos con los demás. “Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados. Y andad en amor, como también Cristo nos amó y se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante” (Efes: 5:1-2).
Es que, en la creación, todos fuimos desarrollados con un máximo potencial, nuestra lucha es lograr ese máximo potencial, lograrlo individualmente y luego hacia los demás para hacer perfecta y armoniosa la obra. Ello se deduce de los atributos que exhibía el sumo sacerdote en su pectoral, en aquellos días cuando el templo estaba en pie. Las doce piedras preciosas representaban a las doce tribus de Israel y junto con el oráculo, develaban las cuestiones de importancia para la comunidad. Allí no había error humano al codificar el sentido de la riqueza de la información que se recibía. Esa gracia individual luego se traducía a una gracia colectiva y todos éramos felices. Seamos más inteligentes y aprovechemos ese don divino.
Con la gracia transformamos la oscuridad en luz y al juicio en amor. Con tal atributo fuimos creados. Dios lo sabe, como sabe también que podemos crecer, llegar a las alturas o de hundirnos en las profundidades. Es uno de los atributos aprovechable para salir de nuestras imperfecciones.
Es una de las herramientas que nos ha dado el Creador al dejar el Gran Edén. La gracia, traducida hacia los demás nos permite alcanzar el nivel del amor divino. Por eso, debemos esforzarnos por dominar nuestras debilidades, faltas y desánimos y luchar por los demás para que no haya juicio hacia ellos y por ende tampoco para con nosotros. Hay que desarrollar en nuestro corazón el deseo de ser canales de la gracia del Creador. Con ello, todos seremos beneficiados.