Observación internacional: ¿Es sólo una percepción mía, o el Gobierno nacional no tiene una vocería comunicacional con respuestas racionales sino una simple apelación a lo visceral? Me refiero al comunicado de la ONU, que enuncia la falta de transparencia de las elecciones del 28J, cosa que, en la práctica, el CNE ratifica diariamente con la realidad de sus omisiones. No creo que frente a ello la respuesta sea solo descalificar, insultar, y hasta centrar el rechazo al mismo en el hecho de haber sido publicado, cuando se planteó ser secreto. La falta de transparencia en lo sucedido el 28J no se enfrenta solo con la consigna irrefrenable de que hubo tal o cual ganador sino exponiendo, a la luz de la fe y el escrutinio público, los elementos que demuestren un resultado, no solo veraz, sino irrebatible. Y finalmente, ¿la solución entonces es prohibir la observación internacional mientras se tiene un proceso en marcha que dejó al CNE como un poder alejado de toda responsabilidad constitucional?
Libertad, sí: No tengo una postura ambigua ni matizada en el tema de la libertad de expresión. Creo que no se debe prohibir a nadie que difunda sus ideas por los medios o canales que crea conveniente y de los cuales disponga. Así como he criticado el atraso en cuanto a libertad de información que ha ocurrido en el país en tiempos de Maduro, no estoy de acuerdo con el cierre del canal de YouTube de Diosdado Cabello, “Con el mazo dando”. La libertad de pensamiento y palabra trata de eso, de no prohibir la expresión de quien piense diferente, porque el tema no es compartir las mismas ideas y creencias, sino tener la independencia para escoger cuáles seguir o cuales proponer. Si hay un límite a la expresión, este debe ser, obviamente, todo el relativo a propagación de odio, segregación, apología del delito o de guerra. Y no se puede presuponer que alguien va a incurrir en estas faltas, porque para ello, indudablemente, necesita primero el libre albedrío, la posibilidad.
Censura, no: Sobre las redes sociales se abre un debate de dimensiones colosales. Algunos hablan de que no debe haber regulación alguna, mientras otros sostienen que deben ser ampliamente controladas. El problema esencial sería ¿de cuál control estamos hablando, y quién debería ejercerlo? El Gobierno nacional tiene razón al señalar que a través de las redes sociales se ha propagado mucho odio en la población; siendo el caso, ¿podría lanzar la primera piedra? Hay programas en VTV en donde injurian y difaman sin ningún disimulo. Y la salida no es prohibir una aplicación como WhatsApp, o, difundir la falsedad de que Meta Inc. difundió la data de los venezolanos, porque entonces no tendría sentido invitar a otras aplicaciones similares, pues sería la declaración tácita de que el problema no es el medio de comunicarse sino el mensaje. Y la discusión no es solo en Venezuela. La cosa en Reino Unido está descontrolada, pero allá no prohíben el uso, sino que atacan el problema desde el usuario, como debe ser.
¿Normalidad? Algunos representantes de la oposición, hablan de sanciones que, en ningún sentido, les afectarán. Ha sido reiterado el criterio de que efectivamente estas restricciones afectan a una inmensa cantidad de personas, encarecen un ya mermado poder adquisitivo, y producen grandes malestares en la sociedad. El tema entonces es volver a la normalidad, pero tendríamos que definir eso. ¿Normalidad es suponer qué todo está bien, o qué nada ha pasado? Hasta los aliados del madurismo han señalado la necesidad de explicaciones o de aclaratorias sobre el resultado del 28J. ¿Eso es injerencia? Efectivamente hubo omisiones flagrantes a lo estipulado en la Ley de Procesos Electorales, lo cual no puede ser sencillamente acallado. Para que haya normalidad, paz, lo cual creo es el deseo de todos, solo se producirá sobre la base de la transparencia y no de las contradicciones.
