Entre el mundo ideal y la vida real, juega un papel preponderante la flexibilidad cognitiva. Esta flexibilidad ayuda a ubicarnos en la diferencia que hay entre el mundo ideal y el real. El mundo ideal es lo deseable que sucediera. Es el sueño de la utopía de nuestras aspiraciones, metas y propósitos. Y, tal como nos gustaría, fuera todo perfectamente. Mientras que en la vida real, es lo que eres ahora; es lo auténtico de tus circunstancias. Lo real de la vida es la experiencia de lo que se es, y es la percepción del hoy, no la de mañana. Con defectos o sin ellos.
De no razonar con profundo conocimiento de causa y razón crítica de lo ideal y lo real, no sería posible ubicarse en la realidad existencial de la vida. Es no tener visión del hoy, mucho menos del mañana. Es vivir en un mundo de impacto emocional. Es un soñar y despertar y no recordar el sueño.
La real vida de hoy de la clase trabajadora en todo el territorio nacional es un vivir reflexivo cognitivo. Es saber que un salario básico mínimo es más que imposible para una subsistencia familiar, pero se vive el sueño ideal en la espera del bono de guerra, o la mesada de los hijos o hijas que luchan contra viento y marea en el exterior.
Tal vez también el mundo real de la economía subterránea, que no es ni siquiera la informal. O, el mundo del emprendimiento, cierto. Un mundo real de la cadena de comercialización dolarizada; mientras la realidad del sacrificio de percibir la supermacro devaluación del bolívar, que vuelve microgranos de sal en el agua el salario básico nacional, más el bono de guerra.
¿Qué hacer ante estas realidades inocultables, que tienen contra la pared a la clase trabajadora?
Los trabajadores que realizan sus labores en el sector público y privado deben continuar sus labores habituales sin desmayar. Sus responsabilidades productivas no deben decaer; esa es su lucha trascendental, aunque no parezca de esa manera estar contra esa situación crítica de la realidad laboral.
La felicidad o el sufrimiento no son eternos. Son fugaces. Mil años para nuestro Padre celestial es un día de vida en el hombre. Vendrán inexorablemente nuevos días de grandes cambios. No tengo espacio de dudas en ello. ¡Feliz Navidad trabajadores yaracuyanos. Próspero año 2025!
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