«La ciencia amena” era el nombre que identificaba una pequeña columna de corte científico que se publicaba periódicamente en el diario El Nacional. En ella, un ciudadano ejemplar hacía gala de su sapiencia y gran creatividad para expresar en un lenguaje único, claro, preciso y científico, como solo él solía hacerlo, aspectos relevantes de la ciencia, a manera de pequeñas píldoras por su reducido tamaño, que sus habituales seguidores consumían cual exquisito manjar.
Hace 11 años, un heredero del legado de uno de los institutos de tecnología más destacados y de mayor prestigio adoptaba con singular acierto su nombre para formar, cual título honorífico, el nombre de una universidad; nacía así la Universidad Politécnica Territorial de Yaracuy Arístides Bastidas (UPTYAB), enalteciendo de esta manera el nombre de uno de sus hijos más ilustres, don Arístides Bastidas.
Primogénita entre sus similares yaracuyanas, la UPTYAB está de plácemes; hija predilecta del sentir y el gentilicio yaracuyano, cumple 11 años, gestada sobre los cimientos del que fuera conocido por propios y extraños como el Iuty. Antes de su triunfal arribo a la universidad, cuya llegada ya se avizoraba, otros caminantes en el ámbito universitario allanaron su camino al propiciar su trascendental paso, como en el significativo verso “caminante, si hay camino”.
Hicieron camino al andar, al transitar por sus claustros, pletóricos de grandes avances signados por un gran protagonismo, logrado con sostenido ahínco y pasión, personalizados en sus gestores y en todos sus componentes humanos, estratégicos y estructurales, volcados en una sola meta: deslumbrar. ¡Y es que en verdad deslumbraron!
Bueno es recordar cómo, al calor de la forja, su predecesor se hizo grande entre los grandes, aquel que en 1974 irrumpiera en la tranquilidad yaracuyana como el Iuty; los que en un ayer no tan lejano le dieron cuerpo y vida, los que ayer transitaron por sus aulas, recibiendo e impartiendo conocimientos en laboratorios y en los campos, celebran con los de hoy, en cada lugar de la geografía nacional e internacional, tan magna fecha.
Sus imperecederos recuerdos siguen latentes, atizados hoy en cada rincón, en cada espacio, en donde la presencia de los de ayer y los de hoy se funden en uno solo para continuar configurando y consolidando un brillante futuro.
Sería de gran trascendencia que la universidad, en un claro espaldarazo, reeditara esas columnas o un compendio de las mismas, haciéndolas notorias en honor a su epónimo, para que las nuevas generaciones de profesionales que hoy se forman en sus claustros conozcan la valía del personaje que distingue el nombre de su universidad y, por qué no, en consonancia con este acontecer, el líder comunicacional del Yaracuy reeditara sus preciadas columnas.
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