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viernes, noviembre 22, 2024
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Las máscaras entre personas y personajes en el discurso de la inclusión

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La inclusión ha llegado a representar un pequeño haz de luz, un foco que apunta luminosamente hacia un actor que está de pie en el centro de un escenario, no está solo, pero todos pueden discriminar positivamente que él está allí, que existe.

Así en el teatro de la vida, las diferencias representan condiciones naturales de las personas, pero pueden llegar a convertirse en la máscara de un personaje que llega a suplantar e incluso borrar el rostro del otro, que tanto quiso mostrarnos Lévinas.

Mientras la persona simplemente es, en la riqueza sin límites de la diversidad, el personaje lo convierte en una categoría étnica, racial, genética, política y sexual, entre otros, al punto que ese rasgo, esa característica, se convierte en una identidad que devora lo esencial.

Se convierte en un número, una cifra, pierde su singularidad y unicidad, ese nombrarse y ser nombrado; ya no es alguien, ahora es un personaje, la máscara difusa de un grupo o colectivo que es interpelado por los espectadores nomotéticos. Es importante, en materia de prácticas inclusivas, dilucidar al ser humano, entresacarlo de las representaciones sociales.

Esas máscaras de la diferencia, que colocan a ese otro tan distante, tan incierto, tan fuera, que lo fundamental se escurre entre las páginas de documentos sobre derechos, marcos legales, normativas, estatutos y deberes inclusivos.

La inclusión como lo señala la distinguida doctora Irma Morantes, en su acepción más sencilla, es abrir espacios para colocar dentro de ciertas demarcaciones lo que está afuera; pero también es contener, llevar dentro de sí, en un aspecto amplio es acoger, recibir, hospedar, cuidar y respetar.

La inclusión como narración epistémica ha desbordado los limites académicos para aterrizar en las calles, plazas, escuelas y la vida cotidiana que compartimos en el ambiente público, es por ello que ha llegado el momento de naturalizarla y despojarla de los epítetos; salvarla del discurso azaroso de sobre explicar en libros y documentos lo que es simplemente una vivencia.

Sirva esta sociedad muy incierta para lavar las máscaras de tinta que se han forjado sobre los seres humanos que se narran, pero no se experimentan. Más aún, celebrar la inclusión ecológica de la vida en esta casa terrenal que habitamos, que en su globalidad, translocalidad y diversidad, nos recibe sin preguntar por identidades ni territorios. “Son tiempos de comprender los rostros y dejar caer las máscaras”.

Dejamos para la reflexión de nuestros lectores, dos elementos que impactan y despiertan meditación, con lo son las máscaras de la inclusión.

Con ello, se deja entrever todo un mundo enraizado de expresiones, oportunidades, soslayos y demás determinantes, por otra parte, la discursiva poética del tema, el cual merece un sitial de respeto. Hacemos alarde de las profundidades del tema para exponerlo en la sociedad de hoy que sigue excluyendo, enhorabuena.

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