Al final de la primera mitad del siglo XX, en Guama, existía un lugar recreacional llamado: Cine Ideal. Su propietario, un distinguido ciudadano: Don Juan Unda, noble ser, padre de familia, gran amigo, fundador de una distinguida y valiosa familia, respetada y honorable en el pueblo. Allí, se proyectaban películas del cine mexicano, españolas, norteamericanas, europeas, entre otras.
El cine, funcionaba en la esquina noreste de la plaza Bolívar. Era nuestro sitio de distracción. Era una época en que no había televisión, ni teléfonos, ni internet, ni computadoras. Solo existía la radio, el cine, los deportes. Uno de los pocos sitios o medios de recibir o tener contacto con el exterior, era ir al cine.
Este cine, cumplía una función social, muchos jóvenes aprendieron en sus instalaciones el oficio de proyectar películas. Aprendieron publicidad. Es decir, aprendieron a elaborar carteles, debidamente diagramados y con calidad artística, a pintar escenas y elaborar textos para promocionar aquellos estrenos que se presentaban en la sala de cine.
Grandes y hermosas producciones, deleitaron a Guama y sus alrededores en aquellas plácidas noches. Mediante ellas, comprendimos la existencia de grandes artistas, de lo que es la música popular, folklórica y clásica. Disfrutamos de las grandes creaciones del cine mexicano, latinoamericano y de Hollywood.
Dentro de esas grandes producciones, recuerdo una película que los mayores recomendaron ver a los que teníamos una edad que rondaba los 15 años.
Esa película se titulaba: “Esplendor en la hierba”, protagonizada por la hermosa Natalie Wood. Esta producción cinematográfica, se inspiró en un fragmento de la “Oda a la inmortalidad” del poeta romántico inglés William Wordsworth. Este poema da título al drama romántico rodado por Elia Kazan en 1961, un clásico del cine mundial. Trata del amor de dos jóvenes estudiantes, que se dejaron arrastrar por la pasión y que con el transcurrir del tiempo, esa relación no se materializó en matrimonio y al final cada uno hizo su vida independiente y ya mayores, volvieron a encontrarse cuando ambos estaban casados y tenían constituidos sus respectivos hogares.
Este poema, que sirvió de inspiración a la referida proyección, es un canto al amor. Logré ubicarlo una dulce noche mientras leía poesías románticas.
Hoy con nostalgia lo recuerdo y transcribo en honor de aquella hermosa e inolvidable época.
“Aunque el resplandor
que en otro tiempo fue tan brillante
hoy esté por siempre oculto a mis miradas.
Aunque mis ojos ya
no puedan ver ese puro destello
que en mi juventud me deslumbraba.
Aunque nada pueda hacer
volver la hora del esplendor en la hierba,
de la gloria en las flores,
no debemos afligirnos
porque la belleza subsiste siempre
en el recuerdo…
En aquella primera
simpatía que habiendo sido una vez,
habrá de ser por siempre
en los consoladores pensamientos
que brotaron del humano sufrimiento,
y en la fe que mira a través de la muerte.
Gracias al corazón humano,
por el cual vivimos,
gracias a sus ternuras,
a sus alegrías y a sus temores,
la flor más humilde al florecer,
puede inspirarme ideas que, a menudo,
se muestran demasiado profundas
para las lágrimas.




