*Diálogo: En un escenario de negociaciones o resolución de conflictos el diálogo es la herramienta suprema para aspirar o encontrar la satisfacción de todas las partes. Se plantea, pues, la posibilidad de diálogo, —aunque con un toque de desdén por parte del presidente Trump—, entre el Gobierno de Venezuela y el de Estados Unidos, con disposiciones que deberían ser entendibles para todo el público. ¿Qué aspira el Gobierno de Estados Unidos con esa inmensa maquinaria de guerra frente al país?, sería una de las primeras interrogantes. Sin embargo, de parte del Gobierno de Venezuela, con una población que desea, merece y necesita un cambio urgente en su rumbo, manejo y expectativa, ¿qué puede ofrecer o cuál sería su postura frente a toda esta realidad, que no sea el control del poder por el poder mismo y no en función o en camino de algo? Con todas las reservas, el diálogo es lo correcto.
*Entendiendo conceptos: Es difícil que alguien que ignore el arte de la negociación pueda tener una idea clara de qué y cómo debe suceder todo para que un conflicto se supere. Un conflicto, entre muchas otras cosas, supone conocer con claridad tres elementos esenciales: el porqué del conflicto (lo que supone también los elementos en disputa), las partes o actores que pueden entenderse con claridad si pensamos que se trata de los gobiernos de cada país, en el caso de Venezuela y Estados unidos, pero en los actores se incluyen también los facilitadores cuyo papel determina muchas veces la disposición o la dificultad para la resolución y, finalmente, aunque más importante, las posturas, que, en cuánto al porqué, se explican de forma simple, ¿qué está dispuesto a dar, a ceder o a pedir cada parte interesada, o cuál es el cómo que estaría dispuesto a usar? Mientras las condiciones generales del conflicto presenten desigualdad es más complejo asumir su resolución. El tiempo, la fuerza o radicalismo de cada postura o lo irracional de alguna petición o cesión, también es determinante. ¿El conflicto que nos ocupa? Es bastante complejo en cuanto al porqué, los procedimientos o los motivos que llevaron a la escalada; sin embargo, la resolución es mucho más simple, porque como en todo conflicto, la solución se trata de cuánto se está dispuesto a ceder y asumir los costos de esa decisión, sin entrar en juicio de valores.
*¿San Felipe no es El Fuerte?: Creo que la propuesta del alcalde de la capital Rogger Daza de retomar el calificativo histórico de “El Fuerte” para la ciudad de San Felipe, ha venido teniendo eco en los sectores naturales de debate de una decisión de esta naturaleza. Veía al amigo y profesor Rafael Parra Barrios, o a la amiga Lisbella Paéz, exponer racionales posturas al respecto, como debe ser un intercambio de ideas. En lo personal, creo que hay un interés histórico en el apelativo que va más allá de lo político, lo ideológico o lo arqueológico, inclusive. Se trata de asumir nuestro presente con una denominación que exalta cómo nuestra pequeña ciudad se ha levantado, no solo desde 1812, sino actualmente frente a las dificultades, a las vicisitudes de una economía complicada, a la partida de tantos migrantes, por la imperiosa vocación que tiene el sanfelipeño de salir adelante. San Felipe El Fuerte, siempre lo ha sido en nuestro espíritu, porque quienes hemos tocado otras latitudes no podemos olvidarnos de nuestro terruño, de su montaña, de nuestra infancia en sus calles, de las anécdotas de sus emblemáticos lugares, en fin, de la gente que es el maná que da vida a una ciudad. El planteamiento del mandatario local ha sido amplio, sin colores, para todos, por lo que al final se impondrá lo que deseen los sanfelipeños, como debe ser.
* Moto fúnebre: No sé si lo saben, pero para obtener la licencia necesaria para conducir motocicleta, no se requiere de mayores procesos de destreza, conocimiento y manejo. Estamos frente a una epidemia, un verdadero problema de salud pública vinculado a las motos. El lunes lo analizaremos y plantearemos soluciones en Trago Amargo.
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