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lunes, octubre 20, 2025
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Luis Fuenmayor…La paz de los sepulcros

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El Nobel de la Paz es uno de los cinco premios creados, en su testamento, por el industrial sueco y fabricante de armas Alfred Nobel, junto con los premios de Física, Química, Fisiología o Medicina y Literatura, para ser otorgado a aquellos que, en el año anterior, “hayan trabajado más o mejor en favor de la fraternidad entre las naciones, la abolición o reducción de los ejércitos existentes y para la celebración y promoción de los procesos de paz”.

Es “el premio para el defensor de la paz” y es el único de los premios que, por decisión del mismo Nobel, se aprueba y se entrega en Noruega, por un comité de cinco miembros, nombrado por el parlamento de ese país. Como su naturaleza es política, las decisiones del comité han sido cuestionadas muchas veces en todo el mundo, pues poderosos intereses siempre han influido en la selección de premiados sin mérito ninguno.

El premio ha tenido omisiones importantes, muchas de ellas incomprensibles e injustas, como las de Mahatma Gandhi, U Thant y algunas otras. Pero lo más relevante son las designaciones forzadas por fuerzas políticas poderosas en el mundo.

Dos de ellas, como ejemplo: la de Henry Kissinger, pese a ser responsable de las muertes por los bombardeos de Cambodia, gestor del golpe de Estado de Pinochet en Chile, defensor de los gobiernos represivos militares argentinos y de las invasiones militares hechas por Indonesia en Timor Oriental. Y la de Barack Obama, a pesar de haber ordenado la invasión militar en Libia, decretado el aumento de fuerzas castrenses en Afganistán, organizado operaciones militares especiales en Pakistán y ser artífice de la agresión militar en Irak. En estos dos casos parecería que la paz que se premia es la obtenida con bombardeos, matanzas, sometimientos y destrucción de naciones enteras.

Hoy presenciamos una aberración similar, pues no otra cosa es el Nobel a María Corina Machado, un acto que promueve la guerra contra Venezuela y otros países caribeños. No es casual que la decisión ocurra cuando la cuarta flota de EE UU está en el Caribe. Es parte de la ofensiva mediática, que prepara a la opinión pública mundial para una agresión militar a Venezuela. La tomaron a conciencia.

Se promueve a quien participó en el sanguinario golpe de 2002, a quien ha organizado actividades vandálicas de jóvenes, usados como carne de cañón contra cuerpos de seguridad. A quien ha exigido sanciones económicas, que elevan los sufrimientos de la gente; ha financiado invasiones mercenarias y por años ha pedido que se agreda militarmente al país.

Ha denigrado de los emigrantes venezolanos y apoyado inmoralmente su deportación y el trato violento de los mismos. Su discurso y su conducta siempre han estado muy alejados de la paz.
María Corina está ligada estrechamente al sionismo genocida israelí y a los guerreristas de Trump, que encabeza Marco Rubio. No fue propuesta como candidata al Nobel de la Paz por ningún venezolano. Era la candidata de congresantes estadounidenses del partido Republicano, entre ellos el ya señalado Rubio, lo que desde ya nos indica qué intereses se movilizaron en el mundo y cuan poderosos fueron, para que fuera favorecida con el otorgamiento hecho.

El comité del parlamento noruego, de mayoría opositora al Gobierno actual, reafirma cínicamente su carácter colonialista y racista, y su convicción de que la paz se logra sometiendo a los pueblos por la fuerza militar. Esa es la paz de María Corina. Curiosamente muy parecida a la paz que el Gobierno publicita, cuando dice que el país está en paz y que ellos son los únicos garantes de esa paz.

No es la paz intrínsecamente ligada a la justicia social, a la satisfacción plena de las necesidades humanas, a la felicidad y prosperidad. La paz no es solo la ausencia de conflictos de cualquier tipo, que se obtiene mediante la imposición militar de un ejército poderoso, contra una nación pequeña, luego de exterminar o someter a todos sus adversarios. Tampoco lo es el sepultamiento de la libertad y de las justas protestas sociales y políticas, a través de la represión militar-policial interna.

La paz no solo no es la ausencia de guerra o de violencia, sino plenitud de vida y libertad. La paz es un objetivo moral a ser construido activamente mediante el diálogo, el respeto a la diversidad, la justicia social y el consenso.

El papa León XIV dijo “la paz es desarmada y desarmante. No es disuasión, sino fraternidad; no es ultimátum, sino diálogo. No llegará como fruto de victorias sobre el enemigo, sino como el resultado de sembrar justicia e intrépido perdón”. Esa es la paz que se quiere, la otra, es la paz de los sepulcros”.

Leer también: Y el Gobierno… ¿Qué hace?

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