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miércoles, octubre 8, 2025
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Otra Lorenzada…Apodos o sobrenombres

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En nuestro país, y en otros, es utilizada la tradición de poner apodos o sobrenombres opacando los nombres tradicionales de pila, entre amigos y compañeros de trabajo con apodos tales como estos: pelo ‘e burra, cabeza ‘e periódico, lengua de hacha, trompo tataratero, chorro de humo, tarantera, busca la arepa, nube gris, torombolo, el conejo, el chivire y burro con sueño.

Buey cansa’o, el turpial, barriga ‘e yegua, lengua ‘e trapo, el sucio, el cochino, la cochina, pajarote, el gusano, punto y coma, pata ‘e chuleta, churro loco, cachito pulido, nariz de tetero, chompa, muñeco ‘e conuco, cara ‘e tragedia, el tuqueque, el cabuya, el escorpión, el váquiro, la yegua, rey dormido, pelete, zamuro, rin tin tin, ñema ‘e pavo, nariz de cuchillo, el bagre, el ovejo y padre eterno.

Cholato, la marrana, tapi tapi, el lleva y trae, el guacharaco, el culeco, Julio tota, el mediecito, cara ‘e chuta, cabra loca, el mancha’o, bola ‘e toro, el roba gallina, el cogollero, palangana, camisón, chancleta loca, el búfalo, ñoñengue, el chorrosco, pura bulla, el quinchoncho, ñema frita, el sapo, diente de hacha, nariz de goma, el mapurite, frente ‘e camión, el raspa raspa, raspin, el tuerto, virengo, el chato, el brujo, ojo ‘e buey, el cara ‘e tapara, el iguano, el llorón y el loro chuto.

No recuerdo más, porque la memoria no me ayuda, perdonen mi poco alcance de ante mano, y mil gracias para todos. Arrancamos, seguimos y nos vamos con el mismo tema, en cuanto a los apodos.

En el antiguo barrio conocido como Los Muerticos, donde he vivido desde 1957 y que hoy lleva el nombre barrio Simón Bolívar, he compartido con una cantidad de amigos, tanto con señores mayores y más jóvenes que yo para la época, y resonaban los sobrenombres por cantidad tales como: Juan aguja, el bachaco, Juan Ochoa, el cobero, el becerro, el cuatro botones, el cachicamo, la vaca, el escorpión, el ovejo, el chalao, el picucho, el tuerto, pánfilo y guachilo.

No podía faltar un apodo para quien escribe este artículo y consecuente amigo de todos. Existió un joven de nombre Afranio Cordido, quien era el que más se destacaba colocándole sobrenombres a todos los que a él le parecía que le pegaban bien, de acuerdo a cualquier falla en el cuerpo de cada quien.

Por ejemplo, a mí en vez de uno, me colocó dos apodos por mi flacuchenta contextura en ese entonces, y fueron el cara ‘e vieja, y el segundo muñeco ‘e conuco, pero en ambos fracasó porque ninguno de los dos pegó, ya que en una conversación el señor Isidro Cordido Orozco, con su hermano Emilio Orozco, ambos me dieron a entender que para que los apodos no pegaran la clave es no ponerse bravo, y si alguien dice “epa, cara ‘e vieja”, responder con lo mismo: “epa, cara ‘e vieja, ¿cómo están por tu casa?

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