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viernes, septiembre 19, 2025
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Enroque al Día…El laberinto de Chinolo

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Sentado frente al tablero, un joven adolescente se le acercó, lo miró de frente y le dijo: “Poeta, ¿me enseña el camino a la maestría?”. Chinolo meditó un instante, miró hacia el cielo y fue como ver un trueno, abrió sus ojos exagerados y le respondió: “¿y si no hay camino?, ¿Y si te pierdes en ese camino?”. El joven respondió: “yo soy un ambulante, sabré retomar el camino”.

Al maestro ajedrecista pareció agradarle la respuesta del muchacho, en ese instante decidió que debía escribir sus vivencias, revisó el álbum en su memoria fotográfica, sonrió pensando en voz alta “existen millones de libros en la literatura ajedrecística que hablan de un camino a la maestría (apertura- medio juego- final- estrategia-táctica-celadas-defensas-ataques- doble jaque- jugar a la ciega- cálculo de variantes) jajaja, suelta una risotada.

Continúa su monólogo: “El camino a la maestría es un laberinto. El laberinto de Chinolo, así titularé las crónicas de un ajedrecista, todo el que deseé ser experto ajedrecista deberá cruzar el laberinto de Chinolo… Cada diagrama en mis partidas es una caja gigantesca por donde tú caminarás como un perseguidor de queso, o peor aún, serás como el sujeto al que recién le fue robada la vista y es colocado a caminar sobre la cuerda floja. Hoy sí le gano, juro por las 64 casillas que hoy sí le gano”, dijo.

“Si aprovecho que su rey aún está en el centro del tablero ganaré tiempo. ¿Y si le tomo la torre?, ¿Será bueno enrocarme?, ¿O me lanzo al ataque?, ¿Si le capturo la dama? Me va peor… ¿Y si me da jaque? Me tapo con caballo. Mejor muevo el rey para salir del jaque, aunque signifique perder el enroque… no, no, no mejor tapo de caballo… aunque… puedo sacrificar, tengo que sacrificar, pero ¿qué pieza? Alfil por, caballo por, caballo g4 y caballo por peón jaque… no, no, no eso es malo”.

“Volvamos a analizar… si caballo por, alfil por, peón por alfil me gana la calidad… esa tampoco”, una y otra vez sus pensamientos van y vienen como un niño que se mece en un columpio. Busca la variante correcta mientras su tiempo se consume enmarañado en sus análisis, termina confundido y realiza la jugada errónea.

“Solo es cuestión de tiempo, la partida es mía… Te gané con una variante viejísima… jajajaja”, suelta otra risotada. Otra vez el maestro se salió con la suya. El joven supo esperar a que Chinolo finalizara con su soliloquio para preguntar: “¿Maestro, me mostrará el camino?”. El viejo poeta volvió a mirar al joven al momento de preguntar su nombre: “Tiurachy, mi nombre es Tiurachy”. “Entonces, bienvenido a mi laberinto…”.

Juegas blancas

Leer también:El errante de 64 escaques

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