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jueves, septiembre 11, 2025
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Notas desde Farriar…¡Juliana, qué mala eres!

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Frente a las orquestas caudalosas de salsa, están las que contienen en labor pausada y morosa su entrega creadora. Distintas por temperamento y vocación, estas dos especies de la música popular afrojíbara antillana y caribeña aparecen a veces con valores contrastantes, precisamente, en cuanto se refiere a los instrumentos y, en ellos van: el soneo y el estilo.

Las reposadas, infatigables, moduladoras de la sonoridad y el ritmo en decantado lenguaje musical, despojan su tarea del atropello verbal en la melodía que impone casi siempre el caudal alegre de los contrarios. Su brillo en el ritmo es otro, su riqueza en la melodización y en la armonía es otra, la que revela en la intensidad de lo expresado.

Es cierto, que no alcanzan el ritmo ni el volumen que las caudalosas imprimen a sus obras; pero poseen virtudes especiales que la propia parquedad dispensa. Y así con estas características, surgieron nuevas agrupaciones que se acoplaron al pulso vanguardísta que ya se empezaba a sentir en el ambiente, y en la cual se destaca la orquesta de Cuco Valoy, músico dominicano que en la década de los ochenta irrumpe en los escenarios musicales con un disco elaborado con tesón e inteligencia, que contiene ocho temas elaborados con rigurosidad para no defraudar al gran público salsero que siempre ha buscado la cadencia.

Pues, bien, la orquesta Los Virtuosos de Cuco Valoy, pertenece a esta última categoría de la salsa de afinque, concebido únicamente con dos trombones y dos trompetas, más piano, timbal, clave, percusión, arreglos inteligentes aunado al coro nasal creado por La Sonora Matancera e interpretado extraordinariamente por Henry Rodríguez, quien acentuaba el mambo con su vocecita.

Cuco Valoy, siempre se caracterizó por tocar el son montuno y el guaguancó con mucha densidad y mucho fondo. Su orquesta estaba formada casi en su totalidad por su familia, pero su sonido era descomunal, lo que podríamos llamar un sonido gordo.

De verdad que Cuco Valoy es un sonero de modulada voz parecida a los viejos cantantes cubanos de son, sin dispendio ni estridencias, concentrado y acucioso, preciso y certero en el soneo, directo en los planteamientos del son y el guaguancó; resuelto en el enfoque; y al mismo tiempo robusto en las diversas temáticas del canto Caribe, radicalmente salsoso, huyéndole a los oropeles que gratos fueron a los epígonos de esa salsa estridente y acomplejada. Y así venimos con el amoroso son montuno Juliana:

Juliana
Te escribo esta carta Julia
para que sepas de mí
que si acaso yo me encuentro
solo por quererte a ti.
Al escribir, te recuerdo la palabra de mamá
pero como te quería, nunca la quise escuchar
que no confiara en ti
que tu amor no era sincero
y por ti a mi pobre vieja
se murió de sufrimiento
no eras nadie al conocerte
te di nombre y apellido
belleza que no tenías
me sacrifiqué por ti
por qué, porque estaba ciego
y mira como me pagabas
(Juliana, qué mala eres
Qué mala eres Juliana) (BIS)
Ahora comprendo que fui
un hijo desobediente
que mamá tenía razón
pero yo era un inocente
a los 17 años cuando una pasión te ciega
y aunque hoy me pase a mí
eso le pasa a cualquiera
creo que no soy el primero
que una mujer engañó
te fuiste pa’ Nueva York
con tu visa de paseo
pero pasaron los días, semanas, meses y años
y yo aquí en Santo Domingo
ansioso tu amor esperando
hasta ayer que me contaron
que con otro te has casado ¡Juliana Eh!
(Montuno)
Juliana, qué mala eres
Qué mala eres Juliana…


Esta pieza, vista en su justa dimensión rítmico melódica, apunta desde ya hacia los senderos definitivos de la salsa. Ramón Orlando Valoy, pianista y arreglista, hijo de Cuco, es el autor del tema, y así desde los primeros compases, él oyente se siente sacudido por la frescura y vigor de un ritmo que conoce perfectamente bien, pero que escasamente ha oído en su auténtica sonoridad.

Y he allí el primer valor de Cuco Valoy de fajarse con el montuno para inspirar e inventar en los acordes que le dan un inevitable sabor a pueblo, a barrio y a arrabal.

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