«La potestad de obrar o no». Es notorio, históricamente, que el ser humano no es un dechado de virtudes. Tenemos, sin excepción, un talón de Alquiles que se manifiesta en diferentes vulnerabilidades: apariencias, traiciones y egos incontrolables.
Ahora bien, ¿Cómo mantenerse compasivo y confiar con tan semejante entorno? Paso a paso, casi sin darnos cuenta, hemos venido construyendo una sociedad con escasos principios y valores humanos, con actitudes que dejan mucho que desear en nuestros deberes y obligaciones, donde generalmente se encuentra oculta nuestra verdadera intención y autenticidad con el prójimo.
Sobre esta base, y como creyente católico, considero que todo esto, según los estudiosos, es consecuencia de la falta de conexión con la espiritualidad con Dios.
Pues bien; según el libro sagrado, no obstante, su orientación para una vida espiritual sana, transparente y solidaria, los creyentes en la fe católica, necesitamos tener la convicción clara y firme de ¿Quién es Dios, y que representa en nuestra existencia?, para creer y confiar que desde su amor y misericordia nos otorgó plena libertad de decisión en todo los aspectos de la vida, y elegir a voluntad entre ser cumplidor o no de su legado: «El libre albedrío».
No es más que la libertad otorgada por Dios al hombre, para elegir con respecto a la conexión con él, y que tiene por finalidad permitir ser nuestra prioridad y de servirle con autenticidad y voluntad propia.
Sin embargo, en una sociedad donde fluye todo tipo de tentaciones, este es el punto crucial donde, producto de lo débil de nuestra fe, las apetencias y apegos impulsados por nuestros propios intereses privan sobre cualquier principio o norma cristiana. En otras palabras, comenzamos a nadar en dos aguas. Opera entonces, un poco de lo sagrado y otro tanto, lo obsceno.
Entramos luego a lo que considero la «sociedad dual religiosa»; una comunidad que vive y comparte vicios y deslealtades frente al mundo y a los ojos de Dios.
Frente al mundo, puede que funcione y suceda lo no deseado. Según los entendidos en la materia, Dios no actúa por oraciones emotivas y cargadas de sentimientos momentáneos. Dios debe ser prioridad en todo momento.
Ahora bien, ¿Qué papel juega la Iglesia frente a la sociedad dual, dado que, históricamente, la actitud del hombre hacia la desobediencia ha sido constante y en aumento?
El mensaje de la Iglesia, además de ser siempre considerado, es reiterativo, en cuanto a fortalecer los valores familiares a través del ejemplo y la práctica de la palabra de Dios en su accionar diario. Mientras se tengan actitudes híbridas, la autenticidad no existe. Hasta otra travesía…
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