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El 19 de este mes se cumplieron tres años de la desaparición antifísica de Pablo Milanés. Cuando la guadaña con sus dedos trémulos perforó el corazón de la canción lírica llevándose en ristre hiedra verde celeste del más allá a su mejor hijo. Cuánto le costó al mundo de la trova su partida casi en flor cortada, como dice el verso clásico.
Estaban cargados de amor sus huesos, y dolíale intensamente la sangre cuando el mar le regaló sus tesoros de estrellas y un corcel con alas infinitas guiándolo hacia la eternidad. Este cantautor no se limitó únicamente a unos, dos o tres acordes y compases.
Él pudo sobrepasar la tradición de un intérprete limitado a un mismo patrón melódico para convertirse en un auténtico creador en los quiebres altos y bajos de la guitarra, el piano, el bajo y el arco triste de los violines, y conquistó los más disímiles adeptos gracias a su inmenso talento, a su potente voz, y su manera peculiar de inyectarle frescura melancólica a la canción.
De esta forma, logró ser querido en cuanto a país se presentaba, y desde el más azul del Caribe se catapultó con una carrera profesional que le prodigó las satisfacciones más anheladas por un artista.
Yolanda fue el gran amor de su vida. Se desprende del contenido, de la letra de esa canción. Nacía la nueva trova cubana con la pasión de eximios cantautores, pero el más significativo e irreverente de ese movimiento fue sin duda Pablo Milanés.
Yolanda, eternamente Yolanda. Porque el amor, es eterno, imperecedero. Alguien ha comentado que mientras exista el amor, el bolero que encierra el romanticismo, no perecerá. Yolanda es una pieza que sin quererlo Pablo se convirtió en un himno al amor… porque surgió de sus entrañas de su ser apasionado.
Creo haberla escuchado cuando tenía 17 años. Eran los tiempos cuando soñábamos con una América libre, con libertad y sin dictadura ni represión. Una América donde todos pudiésemos mirarnos sin odio ni rencores.
Una América donde la crítica y la libertad se ejerciten con denuedo y perseverancia para romper con esos regímenes oprobiosos donde operan los mecanismos psicosociales de la lógica de la “obediencia debida”, con su cultura de aparato, su burocratización, su autoritarismo molar y molecular, jefe infalible, partido único, sociedad mediatizada, botas charoladas militaristas, presencia monolítica, culto a la personalidad, además, la presencia de sapos, chivos y chivatos y la jaladera de bolas. Pablo Milanés con la lanza al final tuvo que irse de Cuba rechazando todos estos desmanes.
Lo cierto es que “Yolanda” es un canto a lo hermoso, a lo bello, a lo etéreo. Cada quien tiene su “Yolanda” guardada en el baúl de su alma, donde reposan los más bellos recuerdos. Todas se transforman en esa Yolanda universal. Pero el amor también es algo que muere, y cuando muere se pudre, pero puede servir de humus para un nuevo amor. De modo que el amor ya muerto continúa viviendo una vida secreta en el nuevo amor.
Y así nos encontramos con que el amor es inmortal. Esta canción se la dedicó Pablo Milanés a su esposa, amada, amante, Yolanda Benet, la verdadera musa, pero se extrapoló universalmente con barcos de nubes en el cielo que van por la vida enseñando los sueños.
Yolanda
Esto no puede ser no más que una canción
Quisiera fuera una declaración de amor
Romántica sin reparar en formas tales
Que ponga un freno a lo que siento ahora a raudales
Te amo
Te amo
(Eternamente te amo)
Si me faltaras no voy a morirme
Si he de morir quiero que sea contigo
Mi soledad se siente acompañada
Por eso a veces sé que necesito
Tu mano
Tu mano
(Eternamente tu mano)
Cuando te vi sabía que era cierto
Este temor de hallarme descubierto
Tú me desnudas con siete razones
Me abres el pecho siempre que me colmas
De amores
De amores
Eternamente de amores
Si alguna vez me siento derrotado
Renuncio a ver el sol cada mañana
Rezando el credo que me has enseñado
Miro a tu cara y digo en la ventana
Yolanda
Yolanda
Eternamente, Yolanda
Yolanda
Eternamente, Yolanda
Eternamente, Yolanda
Riego mis palabras en los surcos para que retoñen con las aguas claras, donde la clarividencia de tu pensamiento y de tu sensibilidad, poeta Pablo Milanés, con barcos de nubes en el cielo y brisa tibia, de esa que tienen los ojos de color violeta, vayamos juntos sobre la tierra que la cubre, y que el suelo latinoamericano se bañe con tu cuerpo.