Ha llegado el repitiente, viene a enmendar la plana, la suya y la de sus predecesores, y para lograrlo no se para en peros comenzando su odisea cumpliendo las promesas del recorrido que hiciese buscando apoyo para sus propósitos.
Viene acompañado por la soberbia, el orgullo, la prepotencia y el patriotismo exacerbado, cual jinetes apocalípticos. Están llegando a la carpa del coloso que pretende rescatar el poder y la grandeza que ostentada tiempo atrás cuando eran únicos, pero el panorama para su avance no luce despejado, atractivo, ni alentador.
Del otro lado, allende los mares han emergido casi que espectacularmente y de manera avasallante otros oponentes, vienen por el trofeo más grande de todos los tiempos: el poder.
Ya se siente su arrollador arribo, viene fuerte y seguro avanzando, derribando débiles barricadas, está desplazando a quienes osaron ollar sus predios no dejando lugar sin escrutar.
Sus vecinos, al sur y al centro, igual que en el norte, ya sienten sus pisadas, amenaza a sus tradicionales aliados rodeados de mares grandiosos y los doblega. El estrépito de sus exigencias ha provocado una débil respuesta por quienes han sido golpeados y humillados en su amor propio, pero nunca derrotados.
Ante la supuesta primera victoria, el emergente conquistador ha mandado un claro mensaje a los demás pueblos: “volveremos a ser grandes como antes lo fuimos”.
Tras su pretendida intención de acabar con quienes osaron adentrarse en sus dominios sin ser invitados, ha desatado una cruel cacería no importando condición alguna. Ya las aves vuelan trayendo sobre sí a los que ayer llegaron en busca del llamado “sueño americano”, sueño que ha hecho añicos con su pretensión de acabar con el mal, extirpando con ello la parte más débil, pero dejando la más arraigada ilesa.
Ya no llegan las remesas salvadoras, las economías se resienten, los hogares sufren al desmembrarse y en tanto esto sucede, en la tierra del tío Sam, comienza a apreciarse el coletazo de estas medidas tanto en el campo como en otros rubros, y en especial en este último la ausencia del inmigrante, ya no hay quienes recojan y procesen sus frutos y sus verduras oportunamente; los nacidos en el Norte no gustan de estas labores, las condiciones y salarios no los atraen, dejando ese trabajo a los que llegan, ellos los suplen sin protestar, perciben bajos salarios y condiciones laborales las más de las veces denigrantes, siendo su mejor atributo la no protesta.
Este campo americano golpeado muestra cifras alarmantes: 1/3 de las verduras y frutos, y ¾ de los frutos secos se producen en California, 400.000 trabajadores cosechan y procesan estos alimentos con la participación del 75% de ellos indocumentados, de acuerdo al Centro Comunitario y Liberal de la Universidad de California.
De modo, que esta pretensión del gigante al querer golpear con su mazo a los otros, también se golpea a sí mismo. Ante este temerario primer avance, el camino no luce atractivo, el camino está sembrado de flores, pero también de espinas y franqueando su paso, de oponentes bien fortificados, que al torpedear sus procesos hegemónicos enlentecen su avance.
Ellos, los que salen expulsados no siendo delincuentes, lo pensarán dos veces, los débiles se fortalecerán y el envalentonado no podrá plagiar orgullosamente aquella famosa expresión del conquistador que en su momento de gloria temerariamente expresara: “veni, vide, vince, llegué, vi, venci”.
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