Antes éramos fértiles por naturaleza, mi riqueza y rendimiento es una condición adquirida y sostenida hoy con el aporte de los fertilizantes. Hemos sido despojados de nuestras mejores cualidades y/o condiciones fisicoquímicas tras hoyar mi cuerpo repetidas veces sin darme tiempo para recuperarme, hemos sido ultrajados al máximo para hacernos más productivos a fin de rendir más y dar mejores cosechas, si me dejaras descansar, si me dejaras en barbecho, por ejemplo, pronto me recuperaría.
En mi cuerpo bulle la vida por cuenta de mis huéspedes naturales como los insectos, pequeños roedores y los macro y microorganismos. Sin mis huéspedes no tengo vida, esa vida depende de quienes en mi vientre habitan, sin ellos seríamos cuerpos amorfos, carentes de estructuras, sin poder de granulación, carente de poros para oxigenar y humedecer nuestro cuerpo.
Cuando comienzo a perder mis mejores cualidades por causa, entre otras, de la erosión, cuando me degrado y me compacto, se nos confina al olvido, quedamos como parches aislados, cuya ausencia se hace evidente al cosechar.
A la hora de retirarnos anhelamos un trato similar al que se le da al “caballo viejo”, tan hermosamente idealizado en la canción del venezolano Simón Díaz , en la que al “caballo viejo” le dan sabana cuando está viejo y cansado, queremos que como sabana nos den barbecho para recuperarme y volver a la vida.
Curiosamente en nuestra vida siempre encontramos escollos, los huéspedes que nos confieren la vida que llevamos se están marchando, esos que nos hacen más fértiles al aportarnos pródigamente materia orgánica y condiciones biológicas, se han ido retirando y con ello la posibilidad de recuperarnos y rendir buenas cosechas.
Las aves y los insectos, y entre ellos los más benéficos, los microorganismos han ido desapareciendo de su entorno natural, hay algo oculto en las semillas y en la vegetación que las aterroriza y los ahuyenta, son los espantapájaros químicos, por ello, ya las aves no hacen paradas para abastecerse y reponer energías, pasan de largo, ya no descargan sus enriquecidas heces, ya no aletean, ni picotean, su tradicional enemigo, los agroquímicos se han salido con la suya, y al fin lograron desterrarlos, obligándolos a cambiar de ruta.
Hemos sido testigo presencial del paso de la labranza de tracción animal y humana a la tracción mecánica, y hemos resistido el impacto y la presión ejercida por el paso repetido de ellas sobre nuestro cuerpo, y ahora estamos sintiendo que el impacto y la compactación se están reduciendo por obra de nuevas maquinas agrícolas, más ligeras y versátiles.
En tus manos labrador de mi cuerpo, está mi vida, está mi recuperación, tu puedes sanarme cuando aún estás a tiempo, si me tienes en pequeñas o grandes superficies de cultivos dame un buen trato, yo te resarciré otorgándote generosas cosechas, suelos sanos y bien cuidados es provisión segura de alimentos.
Hoy valemos más que ayer, somos un poder, hoy y con el cambio climático aguijoneándonos, somos el medio más seguro para retener y almacenar el dióxido de carbono (que tiene en vilo al mundo) y minimizar y/o enlentecer el escape a la atmósfera para bajarle al calentamiento global que amenaza con extinguir la humanidad, que tan generosamente alimentamos y cuidamos.