Todos lo sufren, todos lo padecen, algunas veces bueno y necesario, otras veces malo, y en contadas ocasiones riesgoso. Hoy anda por el mundo haciendo de las suyas, anda causando zozobra y quizás pánico.
Cuando el hombre primitivo, el de las cavernas o grutas, buscaba refugio en ellas, la oscuridad no era una buena compañera, siempre era acechado, siempre le deparaba inesperadas sorpresas que a menudo ponían en riesgo su vida.
En el día, había de enfrentar el ataque de las fieras e individuos de su misma especie, en esa época enfrentar el peligro era cuestión de vida o muerte, huías o enfrentabas el peligro, aquí este ”amigo” inesperado, al aparecerse acudía en su ayuda, siendo su intervención imprescindible para sobrevivir, al alentarlo le infundía ánimo, fuerza y energía, el enemigo se convertía en aliado.
Hoy, en las guerras que se libran en Gaza, el Líbano e Irán, el escenario es propicio para su presencia y permanencia, el soldado que cae herido en la batalla, la madre que sufre por su hijo soldado ausente. Los amantes de las carreras de caballos, el caballo y el jinete que lo azota con la fusta para que corra casi que de manera desbocada, todos ellos, sufren las consecuencias de este tormentoso fenómeno.
Por otro lado, el mendigo que padece hambre, el glotón que come demasiado, los dueños de los pequeños negocios, pulperías o bodegas al que los embarga el temor por estar expuestos a la quiebra por los momentos difíciles que atraviesa la economía, y el rico que espera a hacerse cada vez más rico, caen también, bajo su sombrío influjo. No hay cómo escapar, no hay dónde esconderse, donde quiera nos encuentra.
En nuestra sociedad, el médico que trabaja en las UCI ( Unidad de Cuidados Intensivos) que lucha denodadamente por rescatar el paciente de su postración casi agónica, el que en el ánimo de mejorar sus ingresos ejerce varios cargos a la vez, también es presa fácil, y así sucesivamente todos lo sufren por doquier.
El día a día está signado por él, no habiendo fármaco, pócima o tratamiento que logre anticipar o prever su llegada, algunas veces pasa furtivamente casi que fugaz, otras llega y se frena su avance, y al final se esfuma, pero luego regresa cuando el escenario es proclive, y en ocasiones su accionar es suave casi imperceptible, contundente o destructivo.
Las difíciles situaciones por las que atraviesa nuestra sociedad constituyen el caldo de cultivo ideal para su anidación y desarrollo, la falta de trabajo y oportunidades, los despidos inesperados al cesar las empresas o disminuir su ritmo de producción, los divorcios o la separación en el hogar tan comunes, los tiempos de escasez tan agobiantes, la inseguridad, las largas, penosas y riesgosas colas en la búsqueda de alimentos, al igual que las que hacen para surtir combustible, son entre otras las causas que lo propician.
Merodean por los hogares, las fábricas y las escuelas, especialmente en épocas de pruebas o exámenes, cuando se entregan o exhiben los resultados de las mismas.
Se hace fuerte y se consolida en los barrios, en las barriadas, donde la escasez y la carencia de alimentos hace mella en la población. Puede ser un aliado cuando nos ayuda a evitar el peligro, pero puede ser fatal o de alto riesgo cuando su permanencia dura mucho tiempo pudiendo afectar la salud.
Algunos de los siguientes patrones conductuales pueden llevar a evitar su permanente presencia o a disminuir sus efectos, siendo los más saludables entre otros: dejar de ser perfeccionista, hay que abrazar la humildad, tener expectativas razonables y conocer tanto los límites propios como los de los demás,
No hay que apresurarse o pensar mal de los demás, vea lo bueno de las cosas, aparte tiempo para relajarse, no abuse de la tecnología, sea prudente, no nos estresemos demasiado, tampoco nos menospreciemos, …y tenga presente que para controlar el estrés hay que tener en cuenta la salud, la forma en que nos relacionamos con los demás, sus metas y sus prioridades en la vida.